El coronavirus aprieta y muchas regulaciones temporales de empleo ya no contienen los destrozos. El Principado empieza a sufrir los despidos de la pandemia. Cierran las empresas, mayoritariamente del sector servicios, que ya no pueden resistir estos meses funcionando en precario por la emergencia sanitaria. A quien acaba de perder su trabajo nada le consuela. Pero, junto al panorama desolador del paro, también conviene apreciar, y mimar, el surgimiento de brotes verdes, indicios de un salto hacia la era digital y moderna, con proyectos esperanzadores. Esta época está suponiendo el fin de muchas cosas y el principio de otras. Asturias tiene que reivindicarse como un entorno amigable para invertir, apostolado que había descuidado en las últimas décadas. El oasis de los emprendedores. 

Nadie podía imaginar que las camas de hospital libres y la ocupación de la UCI acabaran convirtiéndose en un indicador de la relevancia del PIB ni que lo condicionaran tanto. Una economía de base frágil, con ineficiencias probadas, burocracia elefantiásica, un desempleo lacerante y el ascensor social averiado, que arrastra graves desequilibrios desde la Gran Recesión, carga ahora en la mochila la pesada losa de la pandemia. Si algo aprendió Asturias de la anterior crisis fue a exportar. Si algo debe aprender en esta es a reinventarse.

La relación casi fetichista de los asturianos con las infraestructuras fructifica. Las excelentes conexiones por autovía que conquistaron facilitan ahora la implantación de Amazon en Siero con un proyecto de dimensión europea. Es, por lo que simboliza este gigante, un aldabonazo que coloca a la región en la órbita de los conglomerados en boga en el mundo. El desembarco trasciende a un concejo y a un área. Otros planes ilusionantes llegan a la par. Precisan de igual rapidez, atención y diligencia por parte de las administraciones. Alguno tendrá cabida seguro entre las 115 iniciativas para los fondos de la UE que el Gobierno del Principado envuelve en el secreto. De tal modo que las reduce a un ejercicio de fe.

Naturgy y Enagás quieren fabricar hidrógeno con parques eólicos flotantes. En la misma línea trabaja EDP en Soto de Ribera y Aboño. Por los molinos de viento del Occidente pujan hasta compañías de capital japonés y saudí. La tecnológica Satec refuerza desde Avilés su posición en el negocio de los datos. IFF, grupo alimentario vinculado a Du Pont, arriba a Tamón. Avanzan una ampliación de Ence en Navia, plantas hidroeléctricas de bombeo con agua de mina en Tineo y Degaña y alternativas de biomasa para la térmica de La Pereda (Mieres) y la Zalia. Varias de estas ideas guardan relación con la energía.

El precio pagado por liquidar el carbón ha sido alto. La apuesta para su reemplazo por fuentes limpias emerge como apuesta inequívoca. Para que prospere, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, pinta mucho. Cuenta con la ocasión ideal de demostrar a los asturianos su compromiso real con esta tierra.

Una revolución social y tecnológica como la que estamos viviendo necesita superar con hechos las presiones soterradas que ejercen los perdedores y la incertidumbre de quienes sufren el desgarro emocional de quedar laboralmente descolgados. Quienes deben tomar la iniciativa y protagonizar la evolución no siempre son capaces de aceptar el reto, ni de abordarlo con serenidad, inteligencia y anticipación. No podemos sucumbir a la tentación del inmovilismo despreciando la novedad, buscando refugio en la comodidad de lo viejo, lo que parece seguro. En estos casos, el que resiste nunca gana.

No hay posibilidad de mejora sin conocer, comprender, compartir y aceptar antes el alcance e importancia de lo que está en juego. Que la tarea quede en lo epidérmico o se malogre, que cualquier ocurrencia disparatada arrase incluso con lo bueno conocido por el esnobismo ideológico de rizar el rizo, depende de la suma de amplias mayorías sociales y políticas que respalden la transición económica, colaboren en su diseño y garanticen su ejecución. Por eso en momentos decisivos resultan tan frustrantes desencuentros como el de la Alianza asturiana por la Industria. Apenas un mes duró el consenso sobre algo en lo que no existe disenso.

Generar las condiciones adecuadas para atraer empresas, grandes y pequeñas, que arraiguen aquí depende de la confluencia de múltiples esfuerzos. Desde los sucesivos gobiernos a las Cámaras de Comercio. Desde los funcionarios a la patronal. Desde los políticos a los electores. Pero solo así, persiguiendo esa alineación virtuosa, se consigue fijar un horizonte para salir del pozo y se cosechan los éxitos que sirven de espejo en el que mirarse y recuperar autoestima. Iniciemos la reconstrucción de esa comunidad ambiciosa y activa con la que los ciudadanos sueñan. La nueva Asturias que llama a la puerta.