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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

Memoria y pandemia

Las terribles secuelas que sufren algunos enfermos a causa del coronavirus

La pandemia no deja de sorprendernos. Me cuenta un amigo que un editor de Madrid ha estado muy grave a causa del coronavirus. Estamos tan acostumbrados a recibir la fatídica noticia que ha dejado de asombrarnos. Ya se ha convertido en algo rutinario, que no sorprende. Los más de tres millones de casos y 80.000 muertos en España nos tienen que tocar necesariamente cerca. Es una mera cuestión de probabilidades. Todos estamos rodeados de infectados si es que no lo somos nosotros mismos.

Esa trágica rutina se altera con algo que sí que empieza a sorprendernos, y mucho: algunas secuelas que deja esta peste salvaje, aún por domesticar. El editor de Madrid ha estado muy grave, ha pasado días críticos. Afortunadamente, ya le han dado el alta, pero la enfermedad no deja de acompañarle. El mal le ha endosado secuelas físicas muy alarmantes, entre ellas una severa tromboflebitis. Y, lo que resulta aún más perturbador, secuelas psíquicas: ha perdido la memoria. No toda la memoria, sino la de un tiempo muy preciso, muy concreto. El editor se ha olvidado de 2020. Sí, el año entero se ha borrado de su cerebro. Recuerda perfectamente lo ocurrido en 2019 y antes. Recuerda también nítidamente estas primeras semanas que llevábamos de 2021. Pero, en su cabeza, 2020 no existió.

La laguna en la memoria del amigo editor se corresponde con el tiempo de pandemia. Se ha olvidado de todo lo que tiene que ver con la enfermedad: de las mascarillas, del confinamiento, de las terribles imágenes de las UCI y de las morgues. Del coronavirus sabe lo que ahora le van contando. En una interpretación pedestre, a cualquiera se le ocurre pensar que estamos ante lo que en las películas llaman amnesia por estrés postraumático. Parece que es un síntoma frecuente en algunos pacientes de covid, aunque habitualmente no limitado a un periodo tan concreto. Las estimaciones médicas sostienen que hasta ahora nos hemos estado preocupando de que los pacientes respiren, y que, a partir de ahora deberemos enfrentarnos a las secuelas neurológicas, “cada vez más aterradoras”, según los científicos.

La pandemia y la distorsión del tiempo parecen ir unidas. En un estudio realizado en el Reino Unido durante el confinamiento más férreo, el 80 por ciento de los encuestados asegura que en algún momento había visto alterado el sentido del tiempo. El problema está tan extendido que hasta se ha acuñado una denominación específica para la dificultad de determinar en qué día de la semana estamos: blursday (día difuminado). De hecho, la palabra ha sido elegida por la Universidad de Oxford como uno de los vocablos que definen 2020. El diccionario Collins la define como «término humorístico para referirse al día de la semana que parece no diferenciarse mucho del día anterior». Es decir, lo que antes conocíamos como día de la marmota. O, aplicado al tráfago turístico, «Si hoy es martes, esto es Bélgica», recurriendo al título de la película.

A propósito del estudio británico, Rafael Román Caballero, investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, aseguraba la semana pasada en un artículo que «el lado más negativo de la distorsión del tiempo aparece con la depresión y la ansiedad». Y añadía que «estos sentimientos generan un profundo malestar que motiva que la persona examine con frecuencia sus sensaciones y su evolución». Esa obsesión, según el profesor, provoca que las horas se nos hagan insufriblemente eternas.

El investigador recoge además la conclusión de un estudio realizado en Italia que concluye que la covid-19 debe ser considerada como «una nueva forma de estrés o experiencia traumática, con diferentes consecuencias psicopatológicas comparables con otros desastres naturales, como terremotos, tsunamis o guerras».

No es de extrañar que, como mecanismo de defensa, el cerebro del editor madrileño haya borrado el tiempo en que la enfermedad ha estado omnipresente entre nosotros. Y que además, en su caso particular, le llevó a debatirse entre la vida y la muerte en la UCI de un hospital madrileño. Ojalá que la pandemia le devuelva la memoria de ese año, por dolorosa que sea. Ojalá que todos recuperemos, de una u otra forma, ese año que se nos ha arrebatado. El tiempo es vida y, además, como decía Goethe, nuestro bien más preciado.

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