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Asturias, en la dinámica logística europea

La incorporación de la región a los grandes corredores de transporte

Asturias, en la dinámica logística europea

Da tu primer paso ahora. No importa que no veas el camino completo. Sólo da tu primer paso y el resto del camino irá apareciendo a medida que avances.

Martin Luther King Jr.

Siempre me resultó cargado de misterio ese concepto geográfico, tan romano, del Finis Terrae. De aquellos tiempos en los que no existía Google Maps y todo el mundo debía ser, obligatoriamente, “terraplanista” convencido, por pensar que, navegar hacia el occidente implicaría llegar, sin remedio posible, al fin de la Tierra conocida, cayéndonos inexorablemente a un misterioso vacío que se nos abriría, más allá de ese territorio extremo, hoy tan gallego y español.

Allí, a las puertas desconocidas del oscuro Mare Externum, se terminaba Europa y el mundo intuía que había que dar media vuelta, y volver hacia el Este, si uno quería poder seguir haciendo amigos, negocios y (con)vivir sin asumir demasiados riesgos innecesarios.

La posición de los territorios periféricos continentales siempre ha supuesto, ya desde aquel entonces, un desafío constante por resituarse en la órbita de influencia de los principales corredores comerciales o cerca de las grandes rutas de tránsito de personas y mercancías, en ocasiones originadas por motivos estrictamente religiosos, como le ocurre al Camino de Santiago, pero generalmente por necesidades más ligadas a la supervivencia pura y dura de las relaciones vitales entre los distintos asentamientos humanos.

Desafiar y encontrar la fórmula para poder mejorar esa posición, que objetivamente estaría fuera de esos pasillos que van formando las dinámicas del intercambio a lo largo de los años, es sin duda uno de los grandes retos de los territorios situados en el Arco Atlántico Europeo, si realmente queremos que nuestra querida y vieja Europa pueda seguir siendo concebida como un gran espacio coherente, fuerte, complejo y diverso en su convivencia y progreso social y económico.

Por otro lado, la competencia entre los territorios es cada día más feroz y despiadada y para los que forman parte de aquellos finisterres de entonces o estamos muy próximos a ellos, nos ocupa el desafío permanente de tener que aprovechar cualquier hecho sobrevenido para tratar de incorporarnos a esa codiciada dinámica, para completarla o enriquecerla aprovechando oportunidades que no suelen repetirse porque, esas rutas virtuales que se van trazando en silencio sobre los territorios sobre los que vuelan, se transportan mercancías o se desplazan mayoritariamente las personas por mil y un motivos, sufren constantes sacudidas y reajustes, a menudo motivadas por la velocidad creciente a la que se desarrollan los procesos de mutación socioeconómica e industrial, aún más acelerados tras el cambio de siglo y todo lo que ahora estamos conociendo con una velocidad que ya es cada día más vertiginosa.

Uno de esos nuevos catalizadores clave es la logística y está dominada por las leyes, no siempre escritas, del e-commerce. Un sector que en España representa el 8% del PIB y que, ya a lo largo de 2018, movió un negocio de unos 110.000 millones de euros y dio empleo a más de un millón de personas. La logística representa en Europa a un importante sector industrial emergente que impacta sin complejos en el 10% de su economía y tiene ocupados a más de 11 millones de profesionales, siendo España el tercer lugar del mundo en el que está experimentando un mayor crecimiento.

En un país que atesora una placa que sitúa el arranque de todas las carretas radiales en la Puerta del Sol, no es casualidad que “la zona cero” del comercio electrónico se sitúe relativamente cerca, en San Fernando de Henares, donde se concentran casi 600 Ha de instalaciones vinculadas a esta nueva actividad que no deja de crecer. Además, Madrid sigue siendo clave en los cruces estratégicos de los corredores Lisboa-Zaragoza (Corredor del Henares) o Lisboa/Sevilla-País Vasco (Corredor Atlántico) que apuntan siempre hacia Europa.

Fuera de la influencia madrileña se sitúa el Corredor Mediterráneo, con origen en Algeciras y con Valencia (primer puerto en tráfico de contenedores) y Barcelona como nodos logísticos principales. Luego ya van apareciendo los nodos interiores, derivados de algunos cruces de las rutas anteriores. También Sevilla, por su posición estratégica de almacenamiento y distribución entre Extremadura, Andalucía, Canarias y Norte de África del que luego hablaremos y otros nodos, más secundarios.

¿Pero, cómo podrían los territorios, objetivamente situados fuera de estas grandes líneas de flujo histórico o forzoso, participar de sus indudables dinámicas enriquecedoras, sin quedarse atrás en el complejo tablero de juego de la logística europea y mundial?

Pues no parece que haya muchas más opciones que la permanente puesta en valor de las singularidades propias más objetivas, tratando de ofrecer acciones y ventajas posicionales que otros no siempre tienen, completando algunas carencias con ambiciosa imaginación y estableciendo generosas sinergias territoriales, siempre de mayor escala, con otros espacios cercanos o de problemática similar. Es decir, elaborando estrategias de diferenciación que obliguen a centrar sobre nosotros la atención de los grandes operadores logísticos que, al fin y al cabo, son quienes hoy en día van colocando esos preciados círculos de colores en los mapas del deseo de la conquista comercial y el progreso que llevan asociados.

Volviendo sobre nuestros pasos romanos, encontramos una singularidad que Asturias tiene, frente a otros lugares de compartida dificultad, ya que uno de los primeros cruces logísticos de dos vías peninsulares de tránsito importante, aunque por distinto motivo, se produjo entre las trazas de la Vía de la Plata (en origen, Iter ab Emerita Asturicam), que fue la segunda calzada romana en importancia de toda la península y cuyo nombre deriva de una corrupción fonética de su nombre árabe, que ya contenía cierto sesgo logístico apto para el tráfico (quizá Al B’lata o camino empedrado) siendo una vía muy importante que respondía a las necesidades de transporte y abastecimiento de la dorsal norte-sur peninsular, entre Augusta Emerita (Mérida) y Asturica (Astorga), luego completadas con su prolongación natural entre los puertos de Sevilla (Hispalis) y Gijón (Gigia) y el Camino de Santiago en todas sus variantes, generando una huella económica y cultural entre ambos itinerarios de tal magnitud y riqueza que aún hoy perdura con una intensidad que siempre debiera ser útil rescatar, actualizar y completar con su puesta en valor permanente.

Por ese motivo resulta tan necesaria la puesta en valor de las singularidades coordinadas de los territorios del Arco Atlántico; norte de Portugal, Galicia y Asturias especialmente, pero no sólo, de modo que debiera ser capaz de llamar la atención de ese espacio geográfico común para que los itinerarios de nuestra costa Atlántica, inicialmente considerados periféricos, se incorporen decididamente al mapa logístico principal a través del impulso permanente del Corredor Cantábrico Lisboa-Bilbao, en aquellos lugares en los que su refuerzo aún pudiera ser necesario, haciéndolos aún más fluidos, conectados y rentables, considerando la importante población a la que sirven y enriquecidos con las rutas marítimas que vinculan los puertos de toda la Europa más occidental, entre las costas de Portugal, España, Francia e Inglaterra (a pesar del Brexit…).

En esa encrucijada histórica y estratégica de esos viejos caminos, se sitúa hoy la Asturias que conocemos, con la posibilidad de ser privilegiada testigo del cruce de los tráficos provenientes desde Tánger –una puerta a todo un inmenso continente– y al que algún día debiera poder sumarse la prolongación estratégica de la denominada “Autopista del Mar” (aunque a los romanos no se les hubiese ocurrido antes), porque supone una alternativa moderna y enriquecedora de los desplazamientos tradicionales, uniendo Gijón y Nantes e introduciendo los tráficos de mercancías en el norte de Francia, en ruta directa hacia el corazón logístico de la vieja Europa. Colaborando así a que Asturias nunca sea un finisterrae en sí mismo, al poder contar con un corredor de transporte singular y exclusivo en el Arco Atlántico e incrementando su zona de influencia en todos los niveles de las pocas grandes infraestructuras adicionales posibles que quedarían, en el momento en que la variante de Pajares, la modernización de la red de cercanías y la extensión de la red 5G, entre otras, ya estuviesen listas.

Cuando “la Tierra se terminaba…” los romanos le ponían nombre y se daban media vuelta mascullando ciertas dudas y cautelas, pero nosotros, con mayor conocimiento del territorio y mejores medios objetivos a nuestro alcance que ellos, debemos mantener y subir la ambición de la apuesta, pensando en ir siempre mucho más lejos y más rápido y de interpretar y fortalecer su inmenso legado, con nuevas acciones territoriales colaborativas de amplio espectro, que sean capaces de dar respuestas eficaces a los mundos inéditos que la logística está abriendo silenciosamente ante nuestros ojos, para contribuir a mejorar nuestro futuro y el de todos los que debieran seguirnos en un desafío tan estratégico como apasionante.

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