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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El disfraz eficiente de la mascarilla, que es bozal y mordaza

Ninguna actividad lúdica existe tan contraria a las restricciones y el confinamiento como el Carnaval, legendaria celebración pagana que emparenta con la permisividad, el descontrol y el desmesurado divertimento. No conocemos, por tanto, mejor manera de hacer burla a los rigores de la pandemia que celebrar, aunque sea a puerta cerrada y en reducida burbuja de convivientes, las licenciosas carnestolendas.

Disfrácense y conviertan estos días que restan hasta el Miércoles de Ceniza en una saturnalia, como la que empezaron a festejar los romanos doscientos y pico años antes de Cristo para elevar la moral de la ciudadanía después de una derrota militar a las orillas del lago Trasimeno. Sea el covid o los cartagineses el motivo de la tribulación general, conviene ponerle buena cara a este tiempo nefasto. Y como no se puede viajar al sambódromo de Río de Janeiro, cuélguense el disfraz de cepa brasileña. No olviden que la máscara es crisálida: ayuda a ser otro siendo uno mismo.

Si lo piensan fríamente, llevamos casi un año disfrazados por real secreto, cubierto el rostro con un apósito que, a la vista de los que mandan, sirve tanto de protector sanitario como de bozal y mordaza. La pandemia ha servido de excusa a algunos gobernantes para taparnos la boca y obligarnos de esta forma a no decir ni mu del sobrevenido recorte de libertades que sibilinamente se nos ha impuesto “manu militari” y que, cuanto menos, debería haber pasado el filtro necesario de los tribunales.

En boca cerrada no entran moscas ni patógenos, pero de boca cerrada tampoco salen críticas, ni comentarios juiciosos ni confrontación de ideas. Den por hecho que pasará el coronavirus o se quedará a vivir como huésped menos agresivo y seguiremos durante un tiempo adscritos a la mascarilla. Al tiempo.

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