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Antonio Trevín

Dos hombres y una mujer

Sobre Iglesias, Puigdemont y Mallada

Domingo 14 de Febrero. Amor universal y, para quien pueda, pasión desenfrenada. En Cataluña, elecciones Autonómicas. Con mucho de lo segundo y poco de lo primero. Escribo sin conocer el resultado electoral. No solo afectará a los catalanes. Determinará también la política española.

Dos hombres, más entre bambalinas que a la vista, han marcado la campaña electoral. Iglesias y Puigdemont. Comparten un mismo problema. Sus partidos precisan de otras fuerzas para acceder al gobierno. Necesitan imposibilitar los acuerdos de sus posibles socios con otros partidos, primero, y, segundo, pactar.

Conseguido lo primero, dialogan para lo segundo. Fingen asumir las cesiones que implica cualquier acuerdo para, a continuación, llevar el agua a su molino. Exclusivamente. Aunque ello supongan pendencias y contradicciones. Y como dijo Platón. “Allí donde el mando es disputado no puede haber buen gobierno, ni reinar la concordia”.

Desbordan a sus socios, con propuestas izquierdistas o independentistas que inflaman y confunden a sus bases. “Con Ribera no”, clamaban ante la sede del PSOE correligionarios de Iglesias disfrazados de lagarteranas socialistas, para impedir acordar a Sánchez con Ciudadanos.

Una irrelevante plataforma, “Catalans per la Independencia”, en línea con Puigdemont, logra la firma de ERC para impedirle acordar con socialistas y En Comú Podem.

Delimitado y constreñido el escenario gubernamental, toca polarizar. Izquierda contra derecha, Pablo. Independencia contra autonomismo, Carles. Fijan una utopía o una indignación para demonizar a “los otros”. Buenos contra malos. Yoda contra Darth Sidious. Harry Potter contra Lord Voldemort. Confrontar radicalmente. Impedir la transversalidad.

Como dice Jordi Amat, “lo tóxico de la polarización carcome un país porque, si se consolida, imposibilita el pacto (…). ¿Cuándo se sabe que la polarización se ha posesionado de la política de un país? Cuando el centro se despuebla.”

La política catalana y española requiere centralidad. En ambos escenarios, es función natural del PSOE. Debe ejercerla sin complejos. Ampliando los acuerdos con Cs y el PP en el Estado. Y también con En Comú Podem y ERC en Cataluña. Para grandes acuerdos o constituir gobiernos. No puede resignarse quien lideró veintitrés años ejecutivos españoles y siete en dicha Comunidad, al margen de actuación que otros le señalen. Especialmente cuando no ahorran deslealtades.

Y a modo de posdata Asturias y una mujer, Mallada. Sus declaraciones como portavoz popular, ante el repugnante ataque contra la casa del Presidente Barbón son inconcebibles y censurables. Al entender “el malestar y el hartazgo de miles de asturianos”, que según ella lo propició, queda en evidencia. Justifica el “hay que armala”, que tanto daña nuestra actividad económica y empleo. Y la aleja del centro y la transversalidad. Como sentenció Joaquín Luna: “La fiesta de la democracia, la fiesta de Blas y las fiestas de guardar. Allí estaremos, pero qué desalentador lo están poniendo...”

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