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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

La necesidad del centro

Y, sin embargo, el centro continúa siendo necesario. Diríase incluso que imprescindible. Puede hundirse Ciudadanos y quedar relegado a la intrascendencia en Cataluña, donde emergió como partido relevante y ha sido finalmente segado por las horcas caudinas de su errático atolladero. Puede perder el PP el norte en su intento de recoger los restos del partido naranja y en ese camino tortuoso despertar en la pesadilla del aldabonazo de la primacía de Vox por su ala derecha en los comicios catalanes. Puede el PSOE sumar unos cuantos votos centristas para erigirse en ganador de las elecciones en el feudo principal del independentismo. Pero no salen las cuentas: hay mucho voto moderado que se ha quedado en casa, hibernando. No son los actuales buenos tiempos para la moderación.

Como en tantas ocasiones, conviene recurrir a los clásicos. La palabra centro proviene, latinizada, del griego. Y alude a la punta del compás en la que se apoya el trazado de la circunferencia. En sentido geométrico, el centro refiere al punto en el interior del círculo del que equidistan todos los demás. El centro es, por tanto, aguijón, punzón y dardo. Sin el centro se juega en el riesgo de los extremos.

A las fuerzas que propugnan, en beneficio propio, un país deliberadamente polarizado no les interesa una propuesta de moderación y equidistancia. Sin embargo, en la batalla del sentido común que combate la irracionalidad de los extremos, el centro es absolutamente necesario.

Parece que los moderados son los menos comprometidos de los demócratas, los que, desengañados, se refugian más habitualmente en la abstención. Pero son ellos los únicos capaces de los grandes vuelcos. Son ellos, por tanto, los realmente necesarios.

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