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Fernando Granda

Próxima y autosuficiente

La vivienda del Naranco desconectada de la red eléctrica

Buscábamos lo ideal y lo teníamos en casa. En la falda de la montaña que protege Oviedo de los vientos húmedos occidentales, el Naranco, un edificio singular nos lleva a ese ideal. Y es en la capital astur como podría ser en Málaga, Alicante, Zamora, Palma, Vigo o Garachico. La casa autosuficiente en energía representa la conquista de un sueño que un muchacho mantuvo desde la adolescencia y que ha culminado con empeño, esfuerzo y constancia. Porque Carlos Omar Suárez no es un potentado director de una multinacional consolidada. Es el creador de una pequeña empresa, una llamada startup, un emprendedor que ha conseguido materializar una idea innovadora. Hoy el interés de esta plasmación física reside en la capacidad de desarrollo para que no sea una obra única, una ilusión aislada y no repetible.

Lo que en principio parece extraño es que el caso haya quedado tan escondido o en un plano muy secundario hasta ahora cuando la idea lleva tiempo desarrollándose y la obra esté en funcionamiento pleno desde hace meses. Sobre todo en un país, en una región que busca desesperadamente nuevos caminos para abrir una senda en un mundo cambiante, necesitado de innovadoras propuestas, de industrias que transformen el sentido de nuestra economía productiva. Quizá el entusiasmo de este ingeniero industrial mecánico rompa esa opacidad informativa.

La construcción de esta vivienda autosuficiente representa una afrenta a unas multinacionales eléctricas hoy en el candelero por la carestía de la energía que necesitamos para nuestra comodidad. Esa es posiblemente la causa de que una idea innovadora como esta haya estado en tan segundo plano. A su vez, la utilización de materiales no tan populares como el hormigón y argamasas comunes en nuestras edificaciones hayan sido motivo de esa opacidad. Porque uno de los éxitos de esta singular construcción es la utilización de materiales consolidados pero con unas características y densidades diferentes que permiten la mejor difusión del calor radiante. Es decir un mortero más sensible a la extensión de las temperaturas por los muros del edificio, tanto para aumentar o disminuir la distribución térmica en los mismos. Asimismo, los componentes de los paneles de absorción de la luz diurna difieren de los habituales en flexibilidad y capacidad de captación, distribución y almacenamiento. Es decir, aprovechan la energía que llevan los rayos solares tanto en días de sol como nublados, lo que permite que en un clima como el del norte de España la autosuficiencia sea posible en temporadas veraniegas como invernales.

En cuanto a la posibilidad de extensión de este tipo de construcciones por nuestra geografía, Omar Suárez señala que es más que factible puesto que su coste es bastante asequible y su amortización es temporalmente corta y asumible. Más aún si se trata no de un edificio unifamiliar sino de residenciales de varias viviendas o locales ya que las bondades de la edificación con los mismos materiales no disminuyen. La adquisición de mayores cantidades de esos materiales normalmente supondrían una ventaja en su precio.

La incipiente empresa de este emprendedor ya ha recibido ayuda o subvención de algunos organismos como el Principado de Asturias, participa en proyectos para captar fondos de la Unión Europea y negocia con industrias del ramo para la elaboración de los materiales utilizables en sus edificaciones.

Destacable me parece también su empeño en la búsqueda de los componentes que utiliza en su trabajo, prefiriendo la adquisición de material español, en una proximidad menos contaminadora y sostenible. En definitiva, una magnífica noticia en este universo pandémico que comprime nuestra animosidad.

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