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JC Herrero

Tiempo de ceniza y montes

Pelayo y el “Homo habilis”

El mes de febrero es el mes del Carnaval, de los enamorados y de los incendios forestales, es tiempo de Cuaresma, de ayuno y penitencia. El Monte de Priena, Onís, está de luto, cubrió su cabeza de cenizas como es preceptivo en los antiguos ritos religiosos.

La práctica incendiaria en Asturias, por estas fechas, coincide con la animosa participación de aquellos que nos recuerdan que somos polvo, y como tal nos convertiremos, pero además desean apurar los tiempos edafológicos que nos procuró el carbón. Se adelantan metiendo mecha al monte, ignoran a Zeus, no esperan a que el rayo cumpla su función.

Ellos son dioses de su propia misericordia desangelando uno de los parajes más vistosos de la naturaleza asturiana, de nuestra Historia, la de España. Han convertido en vecería un fuego extemporáneo, no aguardan al consuetudinario régimen de las estaciones, las cosechas, la comunión universal de ser humano con la Tierra, la Pachamama, la funden sin más.

Detrás de un fósforo o artefacto retardador que permita huir al delincuente está la idea más antigua del universo –creación versus destrucción. En su fuero interno, los pirómanos se consuelan con los brotes verdes que verán emerger a los pocos meses, es su resarcimiento. Acaban siendo atractores de mentes complejas.

Pero los delincuentes incendiarios no siempre buscan el espurio reverdecimiento con el que alimentar bocas de pasto y rumia. Se quema para despistar a la autoridad y desviar la atención hacia otros fines.

Incendian por rencor, más que rencillas. Chamuscan para ahuyentar la bestia, el jabalí entre otros. Se incineran los montes por diversión, hay “Nerones” orientalizantes de su propia ambigüedad en detrimento del bien común, del Oikos griego.

Estos “Homo habilis”, los oportunistas, obvian que el fuego nos permitió llegar hasta aquí, pero se quedan en eso, habilidosos evitando la grave sanción que la ley contempla para la destrucción de nuestros espacios naturales.

Se alían hasta con la Luna, no porque les ampare, sino porque favorece el desarrollo del incendio, teniendo los vientos a favor para cubrir más área de superficie. Febrero es un mes sin savia, y ellos lo saben.

Los demás hacemos cruces con sus cenizas, mientras Pelayo pide la mascarilla por Carnaval, el humo alcanza hasta su cruz.

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