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Pere Casan

Andante cantabile

Una actitud de ritmo musical para acometer la convivencia con el coronavirus

En el principio fue el ritmo, luego se añadió la melodía, finalmente llegó la armonía y con ella se alcanzó la música. El ritmo es lo más primitivo y elemental en el lenguaje musical. El ritmo está inscrito en nuestro corazón en forma de latidos, en nuestra respiración, en el movimiento corporal e incluso en el pensamiento. Nuestro cerebro posee magníficos relojes biológicos que marcan el tiempo de nuestras vidas. Esta visión temporal es muy importante para controlar las emociones y tal como nos recuerda el Eclesiastés (3:1-15): “Todo tiene su tiempo y hay un tiempo para cada cosa”.

En las anotaciones musicales se utilizan ciertas palabras para indicar el “tempo” de la obra, que el uso ha popularizado y que la mayor precisión del metrónomo no ha logrado desterrar, aunque sí mejorar. De esta forma conceptos como “lento”, “adagio”, “moderato”, “allegretto”, “vivace”, “presto”, etcétera, configuran las indicaciones del autor para que los intérpretes ajusten sus vibraciones a las que él había concebido en su obra. De todos ellos, es especialmente interesante el que se denomina “andante”, por lo que representa de coincidencia con lo que debería ser nuestra actitud ante la presencia del coronavirus.

Tiempo de andar, de caminar al ritmo que el cuerpo permite, de moverse de una forma que mantenga las funciones biológicas en su justa medida, sin detenerse, sin aburrirse, sin mirar atrás. Tiempo sin excesos, sin turbulencias, sin quebrantos ni accidentes. Lo que debería ser el denominado por algunos “tempo giusto”.

El tempo andante se encuentra entre los denominados “adagio” y “moderato”. Algunos autores precisan que entre “adagietto” y “andantino”, es decir entre 76 y 108 pulsaciones por minuto para ser más precisos. Véase la coincidencia con los latidos cardíacos. No es una frecuencia de reposo pero tampoco lo es de carrera. Es un tempo maravilloso para mantenerse activo sin agotarse.

La segunda anotación, “cantabile”, hace referencia a otra cualidad de la partitura y se refiere a la manera de ejecutar la obra, incluyendo las variaciones de volumen, la forma de separar las frases y los silencios, así como la manera de destacar algunos aspectos del conjunto. Palabras como “allegro”, “melancólico”, etcétera, incorporan estas sensaciones que el compositor quiere remarcar. Cantabile quiere indicar que sea lo más parecido a la voz humana, haciendo que cada nota adquiera su máxima expresión y que se interprete como en una canción. Andante cantábile sería pues una forma de moverse cantando por la vida. Sin brusquedades, con alegría y con una sonrisa permanente. Ni más ni menos que lo que las palabras indican, “andante cantabile”.

Si quieren revivirlo, nada más fácil. Revisen su colección discográfica o introduzcan las siguientes palabras en su buscador musical: Piotr Ilich Chaikovski, Segundo movimiento del Cuarteto de cuerda número 1. “andante cantabile”. Aunque existen magníficas versiones por numerosos intérpretes, no puedo dejar de recomendarles la del Cuarteto Borodin. Cada silencio es de una belleza incluso superior a las propias notas.

Chaikovski tuvo una vida muy atormentada y pasó por varios periodos de depresión. En estas ocasiones se refugiaba en casa de su hermana Alexandra, casada con un rico terrateniente (Leo Davidov) y poseedores de una maravillosa residencia campestre en Kamenka-Verbovka (Ucrania). Fue allí, en el verano de 1871, cuando compuso este bellísimo cuarteto, después de escuchar como un campesino tarareaba la melodía y que correspondía a una canción popular ucraniana.

No se pierdan la ocasión de apreciar la belleza de este segundo movimiento y de introducir este concepto en sus vidas, especialmente en tiempos como los actuales. Siempre, “andante cantabile”.

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