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Fernando Granda

La transformación de los partidos

Cambios en la escena democrática que cuestionan el modelo político tradicional

Acontecimientos de los últimos tiempos han hecho plantearse a politólogos e intelectuales que analizan los recientes hechos políticos la posición de los partidos actuales, en España y en el mundo. El bloqueo de manera persistente de gobiernos o de instituciones que hacen funcionar la democracia va haciendo mella en ciudadanos y pensadores, en contribuyentes y observadores de la coyuntura actual. Circunstancias que bordean la ética y la escena democrática. Ejemplos tenemos en nuestro entorno occidental –Estados Unidos, Reino Unido, países de la Unión Europea, en especial Italia y España–, donde el atasco está llevando al bucle inoperativo.

De las falsedades en la política estadounidense o británica parece que ya no hace falta insistir. De las tendencias fascistoides en los gabinetes de antiguos países del llamado Telón de Acero se seguirá hablando porque la Unión Europea está realizando una leve o lenta investigación que en otro tiempo hubiera significado sanciones o amenaza clara de expulsión del área política de la convergencia o confederación continental. De la situación política de Italia o España nos veremos obligados a reflexionar en cercanos próximos tiempos.

Si en nuestro país el Gobierno nacional se sostiene porque el tener el poder es un pegamento que permite gestionar y administrar legislaciones sociales, económicas, políticas y culturales, en Italia el bloqueo llegó a negar la gobernabilidad de los partidos. Cuestión que en España sería difícil que ocurriera porque la jefatura del Estado no tiene las atribuciones del presidente italiano, que, ante el persistente desacuerdo partidario para formar gobierno, ha convocado a una personalidad fuera del Parlamento para configurar un gabinete.

El problema, a priori, parece resuelto ya que el elegido, Mario Draghi (expresidente del Banco Central Europeo y exdirectivo del Banco Mundial, del Banco de Italia, que ejerció un importante cargo operativo en Goldman Sachs, una de las grandes entidades bancarias del mundo) ha sido apoyado por la gran mayoría de las fuerzas políticas del país y su plan de reformas paritarias, que ha presentado ante el Senado, es todo un programa político. Si en su tierra lo conocen ya popularmente como Super Mario y expertos economistas españoles le han calificado como “eurobeato”, el nuevo Presidente del Consiglio dei Ministri llega con el aval de haber logrado preservar la moneda única europea, el euro, y evitar una gran crisis económica sin precedentes en Europa. Sin embargo, lo hace con una deficiencia política ya que no ha sido elegido en las urnas y formará el séptimo gabinete tecnócrata en los últimos años.

En España el ruido y el humo ocultan o evidencian, según desde donde se mire, las discrepancias o avenencias en el seno de los partidos políticos. Lo vemos en el Gobierno y lo vemos en la oposición. Para unos el ruido entre los componentes del Gabinete beneficia la centralidad socialista. Para otros es una búsqueda de votos más a la izquierda que al formar gobierno había perdido Unidas Podemos. En la oposición se alimentan de la violencia que exhibe la extrema izquierda, con apoyo independentista en Cataluña, donde sube la ultraderecha, mientras su presencia parlamentaria es casi testimonial. Al tiempo, la derecha gobernante en Cataluña critica a la policía autonómica que dirige. Este barullo contempla la inaudita incitación a la violencia contra las instituciones de un partido que participa en el Gobierno o a un expresident que anima a la violencia con su “apreteu” a los Comités de Defensa de la República (CDR).

Posiblemente en Italia prosigan con esa política intrapartidaria, sin gobernantes elegidos en las urnas. Su Constitución lo admite. En nuestro país es distinto. Se podría decir que la jefatura del Estado es un puesto contemplativo, un árbitro sin silbato ni VAR. Escribió Manuel Jiménez de Parga, quien fuera presidente del Tribunal Constitucional, que “su primer deber, es observar vigilantemente el juego de la máquina política con el fin de prevenir todo grave desorden. Esta vigilancia general del Estado debe corresponder al árbitro”. Claro que esta vigilancia es puramente teórica o virtual porque quien arbitra realmente es el Gobierno de turno.

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