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Antonio Trevín

Y después de Franco, ¿qué?

Del consenso a la polarización: cancios y sucedidos

–Y después de Franco, ¿qué?

–Después de Franco, otra guerra.

Independientemente de reuniones de personalidades demócratas –en trincheras antagónicas en nuestra guerra incivil pero en una misma mesa en Múnich 1962– o los esfuerzos para una reconciliación nacional de Indalecio Prieto o Santiago Carrillo, el común de los españolitos temíamos que después del “hecho biológico” del dictador volviéramos a “engarrarnos”. Teníamos interiorizados los diagnósticos de las generaciones del 98 y del 27, sobre nuestros males. Y los cantábamos:

“Toda gente de trono, / toda gente de botas / se rio con encono / de mis abarcas rotas”.

(Miguel Hernández, musicado por Serrat).

“Españolito que vienes / al mundo, te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”.

(A. Machado, musicado por Serrat)

Era nuestro problema secular: la falta de entendimiento de las dos Españas para acordar reglas comunes de convivencia democrática. Izquierda contra derecha; rojos contra azules; nacionalistas españoles contra nacionalistas independentistas. Confrontación extrema. Crispación exagerada. Y, sin embargo, murió el dictador y no hubo mayor pendencia. Los unos se fueron a despedirlo a la plaza de Oriente y los otros agotaron el cava y le dedicaron cancios en chigres y escenarios.

“Mil años tardó en morirse, / pero por fin la palmó. / Los muertos del cementerio / están de Fiesta Mayor. / (...) / los del exilio de fuera / y los del exilio interior / celebraron la victoria / que la historia les robó”.

(“Adivina, adivinanza”, Joaquín Sabina).

Con el Rey Juan Carlos I en el puente de mando, Adolfo Suárez de segundo de a bordo, Marcelino Camacho como jefe de la maquinaria proletaria, con Felipe González liderando buena parte del pasaje, Manuel Fraga representando al armador y con Santiago Carrillo como contramaestre de Estado, tiramos por la borda el enfrentamiento y lo sustituimos por consenso y concertación.

Dos ejemplos: la Constitución de 1978 y los Pactos de la Moncloa. Ceder, aflojar, transigir. Los rojos cedieron en la forma de Estado y los azules en su organización territorial. Las izquierdas en la contención salarial y las derechas en la educación pública, impulsándola como no se había visto en décadas.

La disyuntiva actual, digámoslo claramente, no es república o monarquía, sino una Constitución de las dos Españas o una Carta Magna de unos contra los otros. El consenso para progresar o la polarización para empantanarnos. Lo sensato, hoy, sería ponerse manos a la obra con lo del Consejo General del Poder Judicial, lo del Defensor del Pueblo o lo del Constitucional, siguiendo los ejemplos de la Transición.

“Una cosa son los ideales y otra cosa son los problemas de cada día; todos los que nos enfrentamos a la vida de verdad sabemos que los ideales hay que tenerlos, pero también hay que contenerlos”, nos dice González Ledesma en “Expediente Barcelona”.

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