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Fernando Granda

El derecho de la mujer a manifestarse

Ante el próximo 8 de marzo

La discusión se centra estos días en la conveniencia o no de las manifestaciones en favor de los derechos de la mujer con motivo del anual día 8 de marzo. La pandemia vírica lo tapa todo, lo invade hasta el punto de entrar en el ámbito de los derechos de las personas. No se dilucida sobre la libertad y se achaca a las concentraciones del año pasado la extensión de la epidemia hasta cifras mundiales, la proliferación de los contagios por la asistencia a manifestaciones reivindicativas cuando gran cantidad de actos de todo tipo (religiosos, laborales, políticos, socioeconómicos) se produjeron en aquellos días y se exime hoy a diversos actos sociales de su posible culpabilidad de contagio. Se obvia mostrar la diferencia entre géneros, no conviene.

La brecha de poder entre mujeres y hombres en el mundo es todo un indicio de lo que ocurre en todas las capas de la sociedad y de la política. Si de los 193 estados constituidos en el planeta solamente 20 están dirigidos por mujeres y precisamente siete de ellos están entre los más avanzados, huelga establecer la desproporción de poder que existe en el mundo entre mujeres y hombres, según recoge el informe “Mujeres en la política 2020”, elaborado por la Unión Interparlamentaria de ONU Mujeres.

De los 7.700 millones de habitantes que somos en el mundo solamente 322 millones son gobernados, oficialmente, por mujeres. Y lo de oficialmente se refiere a que algunos de los cargos directores de esas mujeres son casi teóricos u honoríficos. Por ejemplo, en Barbados oficialmente “reina” Isabel II de Inglaterra. Por lo que parece conveniente reducir la gobernanza femenina efectiva. Al tiempo que centrarnos en la eficacia o no de sus gobiernos.

Una referencia a esa eficiencia podríamos verla precisamente en la mencionada pandemia. La British Broadcasting Corporation, la popularmente conocida BBC británica, señalaba en un reciente informe que en los países cuyo Gobierno está presidido por una mujer la pandemia vírica ha sido mejor gestionada que en el resto de los estados. Los datos mostrados en el reportaje puede que se hayan quedado anticuados ante la evolución de la epidemia y sus “olas” pero tanto su significado como los números más recientes han variado escasamente en cuanto a porcentaje.

De los cinco millones de habitantes de Nueva Zelanda se contagiaron unos 2.400 y fallecieron menos de una treintena. La presidenta del Gobierno Jacinda Ardern impuso el confinamiento cuando aún había seis contagiados en todo el país, cuarentenas de 14 días en algunas zonas y prohibió la entrada de extranjeros. Un mes después los enfermos ascendían a solo mil. Este 26 de febrero apareció un nuevo caso y fueron confinados inmediatamente los dos millones de residentes de Aukland, la segunda ciudad del país.

Polemizar sobre si convienen o no las concentraciones es discriminatorio y tendencioso. Un día sí y otro también se manifiestan en toda España los hosteleros y pocas voces censuran esas concentraciones

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Taiwan, tan cercana de la República Popular China como Oviedo de León o entre Tenerife y Gran Canaria, comenzó a tomar medidas para defenderse del virus a mediados de enero, días después de que la presidenta Tsai Ing-wen conociese los primeros casos públicos de contagio en Wuhan. Y en un país con la mitad de habitantes de España los contagiados en febrero de 2021 no han llegado a mil y las muertes por covid-19 una decena. La primera ministra más joven del mundo, la treintañera Sanna Marin, ha logrado que Finlandia sea uno de los países menos afectados por la pandemia con rápidas medidas sanitarias, dedicando grandes recursos a prevención, dotación de medios a la sanidad pública y sin grandes restricciones.

Ejemplo de eficacia al gobernar la hay en Dinamarca, Alemania, Noruega, Islandia, países dirigidos por mujeres. Sus decisiones han conseguido detener la expansión del virus. Una decisiones rápidas, fundamentadas, sin tibiezas, salvadoras. En nuestro país, cuando llega el 8 de marzo, se discute si las mujeres se manifiestan o no, se acusa a muchas de quienes dirigen sus colectivos de ser causa de la extensión de la pandemia, se les reprocha que muestren su igualdad con el género masculino, que rechacen su brecha salarial, su repulsa a los asesinatos machistas…

Tienen muchísimas razones para manifestarse. Existen muy diversas maneras de reclamar sus derechos y proclamar que son más de la mitad de la humanidad. Polemizar sobre si convienen o no las concentraciones es discriminatorio y tendencioso. Un día sí y otro también se manifiestan en toda España (menos en el Madrid del todo abierto, claro) los hosteleros y pocas voces rechazan o censuran esas concentraciones. Pero las mujeres parecen peligrosas. Aunque está claramente demostrado que el género femenino gestiona bien en cualquier parte del planeta. La irresponsabilidad de unos pocos no puede recortar los derechos de esta inmensa mayoría. Lo hacen, como cantaba Tina Gutiérrez en uno de sus discos, “para luchar por la igualdad, por el derecho a vivir y el derecho a soñar”.

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