Hay toda una ética y una estética de los individuos, pero las masas humanas siempre se han reservado para sí la gran épica. Ver moverse ahora a millones de personas, formando colas interminables, llenando polideportivos y estadios sin perder distancia, callados y disciplinados, es un espectáculo formidable de la especie en marcha. Es verdad que sigue sin saber muy bien adónde va, pero ¿tiene acaso la culpa de que la hayan echado a la vida sin mapa ni hoja de ruta? Aunque la naturaleza verá esos enjambres luchando en formación por la supervivencia como otra ocasión perdida de bajarnos los humos para que no acabemos con todo, todavía le queda apretar con el cambio climático. La del héroe, la del grupo compacto, la de las masas, son distintas formas de épica –en música el solista, el grupo de cámara y la gran orquesta–, pero en la última es donde resplandece (y asusta).
