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Jorge Dezcallar

Marte como inspiración

El viaje del “Perseverance” al Planeta Rojo

Soy de los muchos que han seguido con atención el viaje del “Perseverance” a Marte, a unos 225 millones de kilómetros de la Tierra, en un asombroso prodigio de técnica y de precisión, porque en Marte no buscamos marcianos como muchos dicen, en Marte nos buscamos a nosotros mismos. Y por eso van allí americanos, chinos y hasta emiratíes. En un mundo con tantos problemas el espacio nos devuelve a nuestra pequeñez, como también hace la pandemia, y ambos muestran posibilidades de cooperación como especie que los humanos deberíamos aprovechar.

Los sumerios asociaron el color rojizo de Marte con el dios Nesgar, que debía ser un tipo bastante antipático y desagradable pues se ocupaba de guerras y pestilencias. De él descienden el Ares griego y el Marte romano. El planeta se puso de moda en la segunda mitad del siglo XIX cuando los avances tecnológicos permitieron descubrir sus dos pequeños satélites, Fobos y Deimos, y los canales que surcan una superficie muy rugosa pues tiene montes tres veces más altos que el Everest y valles cinco veces más largos que el Gran Cañón. Fue entonces cuando el italiano Schiaparelli, con desbordante imaginación mediterránea, hizo un mapa coloreado de Marte y sus canales que despertó el entusiasmo general y que luego el bostoniano Percival Lowell llevó al paroxismo al teorizar que mostraban simetrías y que eran obra de una civilización inteligente como parte de un esfuerzo titánico por sobrevivir en un entorno de cambio climático despiadado, algo a lo que la propia evolución de la Tierra da hoy cierta verosimilitud. Desde entonces los marcianos pueblan nuestra imaginación como muestran HG Wells y su “Guerra de los Mundos”, Edgar Rice Burroughs, y las “Crónicas Marcianas”, de Ray Bradbury, entre muchos otros. En mi infancia leía los tebeos de Diego Valor y el Gran Mekong y luego Tim Burton nos ha divertido a todos con su película “Mars Attacks”. Los ejemplos son muchos y llegan hasta nosotros, que ya sabemos que no hay vida inteligente en Marte pero que no descartamos con Carl Sagan que pueda haber allí algún tipo de vida. O que la haya habido.

Porque hace 3.500 millones de años Marte fue un lugar cálido y húmedo donde hubo aguas torrenciales que labraron esos canales gigantescos. Luego esa agua se evaporó en la tenue atmósfera marciana (su densidad es 1/100 de la nuestra) pero puede permanecer en forma líquida o congelada bajo su superficie. El robot de la NASA ha aterrizado en lo que debió ser un lago, el cráter Jezero, que un día recogió las aguas que le llegaban por el Valle Marineris. Se especula con la posibilidad de encontrar, aprisionadas en esa zona sedimentaria, moléculas orgánicas habitualmente asociadas a la vida y que el clima marciano podría haber preservado.

No sólo ignoramos si puede haber vida o restos de vida pasada en el Planeta Rojo, que es la pregunta del millón de dólares, pues son todavía muchas las preguntas que Marte suscita. Por ejemplo, en la atmósfera marciana hay mucho metano y su cantidad oscila con rapidez. ¿De dónde procede? En la Tierra sus emisiones se asocian con actividad biológica, pero ignoramos si el de Marte tiene origen microbacteriano o se vincula a procesos geológicos internos. Tampoco sabemos si todavía fluye agua líquida por su superficie pues algunas fotos pretenden “ver” flujos intermitentes... que podrían ser chorros de polvo que el viento arrastra. E ignoramos por qué el hemisferio norte de Marte presenta una topografía suave mientras el sur está plagado de cráteres. Se especula con cierto dramatismo que el norte haya estado cubierto por un enorme océano cuyos sedimentos nivelaron su superficie, mientras que un asteroide del tamaño de la Luna habría impactado sobre su polo sur provocando volcanes y magma ardiente en cantidad más que suficiente para explicar la torturada orografía del hemisferio meridional.

Quedan muchas otras incógnitas que esta misión y las próximas procurarán despejar. Lo que averigüemos nos hará saber más de nuestro propio origen y contribuirá a desarrollar avances tecnológicos que acabarán beneficiándonos a todos. Ojalá que también nos ayuden a unirnos como humanos, que falta nos hace, porque estamos muy solos y somos muy poca cosa en la inmensidad del Cosmos.

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