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Josefina Velasco

Mujeres en tiempos difíciles: la alargada sombra de Concepción Arenal

Una figura señera en la lucha por la justicia, la igualdad y la responsabilidad social

En muchas ciudades hay calles o centros escolares con su nombre, pero su verdadera dimensión permanece en la sombra. El pasado año 2020, marcado en la historia como el año de la pandemia, se cumplía el bicentenario del nacimiento de una gallega de armas tomar, tan combativa en lo social como reservada en su vida privada: Concepción Arenal. No hubo celebraciones y pasó casi desapercibido. La Biblioteca Nacional de España exhibe ahora una exposición sobre la vida y obra de esta señora, luchadora por la justicia para todos y la igualdad en el saber y en el ejercicio de la responsabilidad social.

Concepción Arenal nació en el mismo año y mes, enero de 1820, en el que Rafael del Riego se alzaba contra Fernando VII y promovía el retorno de la Constitución de 1812.Y era hija de un militar liberal que colaboró con los suyos y fue represaliado. Las iras de la reacción fernandina se desataron cuando en 1823 el ejército extranjero de los Cien Mil hijos de San Luis puso fin al Trienio Liberal. Riego fue ajusticiado, con macabra escenografía («nunca puede haber espectáculo en la muerte de un hombre», escribiría tiempo después). La niña Conchita creció en aquella década ominosa (1823-1833) en la que contra el absolutismo hubo intentos que acabaron en heroicidades elevadas a hitos del liberalismo español, como los ajusticiamientos de Mariana Pineda o el general José María Torrijos (1831) y los suyos. Quedó huérfana de padre a los nueve años junto a dos hermanas. En la casa de su abuela paterna en La Liébana (Armaño) y luego en Madrid, desde 1834, recibió una sólida formación, destacando ella en lecturas y filosofías. Volverá de nuevo a la casona culta de Armaño, pero en 1841 se instala, fallecida su madre, en Madrid. Siguió de forma semiclandestina conferencias y clases de derecho, en particular de derecho penal, según algunos travestida de hombre porque la presencia femenina estaba prohibida, aunque lo cierto es que huyó siempre de los corsés y de la imagen de la mujer complaciente y repulida de su época. Casada en 1848 con el abogado y escritor extremeño Francisco García Carrasco, colaboró junto a su marido en la prensa, venciendo obstáculos. El diario liberal La Iberia era consciente de «que en este matrimonio parecen haberse unido, además de dos corazones, dos talentos nada comunes por cierto». Tuvo una hija, que murió pronto y su dolor la acompañó siempre, y otros dos más de los que solo Fernando la sobrevivió. En 1857 queda viuda indicando el diario donde ambos escribían, que «al morir deja a su esposa, escritora de mérito, sin más recursos que los que pueda proporcionar a sus hijos con su pluma». Doña Concha no dejó de escribir. Vivió un tiempo en Asturias, en la Isla, Colloto y Oviedo con sus dos hijos. Escribió un libreto «Los hijos de Pelayo» considerado musical, pero no lo era. Nada se resistía a su pluma: teatro, poesía, narración; todo palidece ante sus obras en defensa de los desfavorecidos. Sus conversaciones cultas con clérigos la llevan a escribir «Dios y Libertad». Se traslada de nuevo a Santander, a Potes, donde retoma la amistad con el violinista de familia pudiente Jesús de Monasterio. Los libros, el monte y su introversión son su marca.

Retrato de Concepción Arenal.

Retrato de Concepción Arenal.

Volvió a Madrid. Más que por la jurisprudencia Concepción Arenal se interesaba por la ciencia y el progreso material de los necesitados. Empieza a ser reconocida. Con un escrito de índole social reivindicativo se presenta a un concurso de la Sociedad Económica de Amigos del País de Barcelona, obteniendo un premio que le sirve de apoyo económico. Para otro certamen de la Academia de Ciencias Morales escribe el significativo ensayo «Memorias sobre la igualdad». Aunque se la asocia al movimiento liberal católico de justicia social, emergente no solo en España, doña Concha, mujer, por ese simple hecho va más allá. Su «Manual de ‘El visitador del pobre’», escrito en 1860 es un proyecto sobre el bienestar común. De algún modo aquella España, a cuyo frente estaba una reina poco edificante y que no lograba construir un estado sólido, cambiaba a golpe de realidad respecto a la valoración de las féminas, como lo demuestra la publicación de «la lista, algo incompleta (pero bien nutrida), de las señoras que escriben para el público en España» (periódicos Época y Clamor Público, 1860). En 1861 ve la luz la premiada obra «La beneficencia, la filantropía y la caridad». La protección de la condesa de Espoz y Mina, próxima a la reina, fue decisiva en esta parte de su vida. En La Coruña, donde reside desde 1862, es nombrada visitadora de prisiones y establecimientos benéficos de Galicia; una reto; una mujer pionera en un cargo público. Sobre sus informes el político liberal Salustiano de Olózaga, valorando su trabajo, deja en evidencia que la igualdad está lejos de la mentalidad del momento al deslizar que «ha venido a probarnos que es posible, aunque raro, que una mujer alcance las dotes, por decirlo así, más varoniles del vigor de entendimiento de los hombres superiores, mientras que todavía no ha existido, o al menos yo no he conocido hombre ninguno que usurpe a las mujeres ese tesoro de bondad, de sensibilidad, de compasión, de amor…». Sus «Cartas a los delincuentes» son un ejemplo, no de empatía, sino de llamada a la regeneración. En pleno periodo de revueltas y tensiones de la Gloriosa de 1868, el reinado breve de Amadeo de Saboya y la Primera República, Arenal alza la voz desde el periódico «La voz de la caridad» en favor de las reformas sociales en escritos e informes conocidos en diversos países, vinculándola al krausismo. Se la invita a congresos a los que no asiste, pero sus estudios son reconocidos.

En Madrid, desde la inspección de las Casas de Corrección de Mujeres que ejerce o la Sección de Damas de la Cruz Roja, iniciativas participadas por señoras de la alta sociedad que ejercían la caridad desde arriba, ella sacó con inteligencia provecho de todo, combatiendo el mundo sórdido y clasista que tan bien contara Galdós en la maravillosa «Fortunata y Jacinta». Entre la violencia de la Primera República continuó insistiendo en remover obstáculos para crear una sociedad más justa, como manifiesta en las obras «Cartas a un obrero» y «Cartas a un señor». Vive varios años en Gijón, con su hijo Fernando, ingeniero en el puerto a partir de 1875 relacionándose con el grupo liberal del empresario Anselmo Cifuentes, coincidiendo con Gumersindo de Azcárate, renovador de la Universidad, parte del equipo impulsor de la Institución Libre de Enseñanza y promotor de lo que será el Instituto de Reformas Sociales. Su estancia en Asturias la hizo presentarse a un premio de la Universidad con un «Juicio crítico a las obras de Feijoo» que pierde ante Emilia Pardo Bazán. Centró gran parte de sus escritos en la reforma del sistema penal. Lo demuestra una vez más en «Estudios penitenciarios» y el «Visitador del preso». Su preocupación por las deficiencias de las cárceles que entendía debían servir para rehabilitar nunca la abandonaron. De ahí su «El reo, el pueblo y el verdugo». Su frase estrella de «Odia el delito y compadece al delincuente» (anclada en el intelectualismo moral socrático) se escribía en las prisiones que tras ella empezaron ser «cárceles modelo» con acento en la reinserción. Se traslada a Vigo a finales de los 80 con su hijo Fernando y fallece en febrero de 1893. Fue la activista defensora de que «La mujer del porvenir» no debía ser solo «La mujer de su casa» sino combatir la desigualdad en todos los ámbitos. Su proyección europea fue indudable, pese a no haber salido de España. Cuentan que al año de su muerte se promovió una suscripción popular para contribuir a su mausoleo publicándose en varios diarios y que un condenado hizo llegar su aportación porque «en todas las prisiones de España, después de Dios, se venera a doña Concepción». Su lucha fue la de la justicia sobre la caridad, la del conocimiento y la igualdad.

[Anna Caballé. «Concepción Arenal. La caminante y su sombra». Barcelona: Taurus, 2019]

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