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El 8M y la crisis sanitaria han aflorado un fenómeno hasta ahora oculto: que las tareas desarrolladas fundamentalmente por mujeres relacionadas con cuidar y atender a otras personas no son prescindibles y son un requisito para la existencia de nuestra sociedad. Las grandes últimas movilizaciones del 8 de marzo, a través de la huelga feminista, hablaron de la importancia del trabajo reproductivo y del desigual reparto de las responsabilidades de cuidado en nuestra sociedad, con un alcance que no habíamos visto antes en la historia de nuestro país. Imaginen por un momento que el lema “si las mujeres paran, se para el mundo” se hubiese materializado por accidente en los peores momentos de la crisis sanitaria: la distopía está servida. La pandemia –en especial el primer confinamiento– nos hizo determinar qué trabajos consideramos socialmente esenciales y, así, decidimos que no pararían y que se mantendrían en primera línea aquellos que dan sostén y continuidad a las vidas de la población: limpiar, atender, curar, escuchar, comprar, producir y vender alimentos, etc. Si ponen al lado de cada acción la o las profesiones relacionadas, comprobarán que en ellas las mujeres estamos sobrerrepresentadas y que se caracterizan en su mayoría por la inestabilidad y precariedad laboral, aunque también se desempeñan gratis en el interior de los hogares. Antes de la crisis sanitaria, estos trabajos y estas tareas ya venían siendo fundamentales y lo seguirán siendo en el futuro. La disyuntiva es si se llevarán a cabo de manera justa, igualitaria, con acceso universal y con la responsabilidad de hombres, empresas y estado o si, sin embargo, seguiremos sometiendo a las mujeres a realizarlos de manera obligatoria, invisible –esto es, profundamente denostada– y en condiciones penosas. Si estamos de acuerdo en lo expuesto hasta aquí, convendremos entonces que resulta especialmente cínico decidir que las mujeres nos cuiden en primera línea cuando todo a nuestro alrededor parecía derrumbarse, exigiendo una responsabilidad sin límites que de sobra fue cumplida y, tiempo después, cuestionar su integridad y responsabilidad cuando, en las proximidades del 8 de marzo, muchas de ellas deciden volver a hacerse visibles para la sociedad –aunque siempre estuvieran allí–. La integridad de las que nos están cuidando como sociedad no puede verse manchada por enemigos de las mujeres y cuestionada por falsos amigos; Podemos Asturies estamos convencidas de que este año es más importante que nunca apoyar las acciones y convocatorias del 8M Asturies que nos van a permitir ser visibles en nuestras casas o en las calles, estemos donde estemos: porque es de justicia.

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