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El aprendizaje que supone estar sola

La importancia de las rutinas para convertir la felicidad en algo que impregne cada día

El confinamiento nos llegó al poco tiempo de quedarme viuda y, cuando nunca has vivido sola, siempre te da miedo ese momento, el de quedarte sola, sobre todo por esa sensación de impotencia que te inunda, por la que piensas que hay cosas en tu vida que no vas a saber manejar. Durante el confinamiento me quedé completamente sola en mi casa y no me quedó más remedio que manejar y tomar las riendas totales de mi vida. Y me demostré a mí misma que estar sola es una opción, que soy muy capaz de vivir sola, de manejar mi vida sola y realmente no me causó ningún trauma esa soledad, por lo menos en la dimensión que yo esperaba. Salí con una cosa muy clara: que puedo hacerlo. Yo era, y soy, una persona absolutamente sociable, me gusta muchísimo el trato con la gente, pero aprendí que no dependo de nada ni de nadie. El contacto con la gente, si realmente esas personas te importan, se puede mantener porque hay otras maneras de comunicarse con ellas. Y el hecho de tener que acudir a los contactos virtuales me acercó a personas con las que, por la lejanía física, tenía menos contacto. Aprendí que, con los medios tecnológicos, hoy no hay distancias. Es un problema de querer y de esforzarse, de estar pendiente de familia y amigos por los medios de los que se disponga.

Ya me había dado cuenta hace tiempo de que la felicidad realmente no es hacer una cosa un día especial, sino que lo que marca la diferencia es estar a gusto con tu vida y con tus rutinas. Durante el confinamiento, reforcé esta tesis, que las rutinas son lo que marcan la diferencia entre ser feliz y no serlo. Me di cuenta de que soy una persona muy metódica, nada anárquica en mi comportamiento, y con necesidad de ser pautada. Marcarme pautas y cumplirlas, respetar horarios, a mí me salvó en el confinamiento. Del confinamiento salí reforzada desde el punto de vista personal, y fue con autodisciplina. La disciplina hace que la vida sea mucho más llevadera. El “ya lo haré mañana” lo único que hace es perjudicar a la persona, que acaba cayendo en la dejadez y en la desidia.

Desde el punto de vista laboral, nos pilló en un momento en el que aún no estábamos digitalizados. El trabajo se hizo entonces complicado porque yo tenía que seguir yendo todos los días a despachar el papel a la Fiscalía y a establecer un control en la organización. Yo fui de las que tuvieron que ir al despacho todos los días. Incluso para celebrar una videoconferencia, porque no disponía en casa de los medios adecuados. Si eso volviera a suceder, hoy sería diferente porque ya disponemos de medios para trabajar desde casa.

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