Teodoro García Egea, secretario general del PP, andaba “mosqueado”. Barones populares y otros correligionarios le pedían cuentas por el colapso electoral catalán. Los amigos le cantaban, al oído, el corrido mexicano: “Cuídate que ya por ahí te andan buscando / son muchos hombres, no te vayan a matar”. Al mosqueo se sumó la alarma cuando, el pasado miércoles, Ciudadanos (Cs) y el PSOE presentaron una moción de censura en “su comunidad”.

Como de descaro anda sobrado –él, todo un doctor en Telecomunicaciones, se presentó y ganó en 2008 el Campeonato mundial de lanzadores de hueso de oliva–, no se acoquinó. Cogió un coche, se plantó en Murcia y se afanó para derogar lo ya suscrito. Dos días después, tres de los firmantes de la moción se ciscaban en lo firmado. ¡Se había salvado!

Isabel Natividad Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, que tiene el mismo estratega de cabecera que el primer Aznar, reaccionó cual rayo en cuanto supo de la murciana moción. Como de arrogancia tampoco anda escasa, apretó el “botón nuclear”: cesó a sus consejeros de Cs y puso rumbo a una nueva cita electoral. ¡Harta estaba de no poder hacer su santa voluntad!

Con su vicepresidente, de Ciudadanos, apenas se hablaba. De presupuestos anuales andaba escasa: no presentó ni uno. Nuevas leyes de calado, para gobernar la cambiante actualidad, no propuso en lo que lleva de mandato. Eso sí, es una auténtica profesional para captar la atención mediática. ¡Siempre atenta al Gobierno de España para oponerse!

Egea y Ayuso están hoy “más alegres que unas pascuas”. Los demás andamos en lo de “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy”. Rememoramos a nuestra manera el lema de Bill Clinton: “¡Es la estabilidad, estúpidos!”.

En política española hay polarización, bloquismo, crispación e impericia. Pero se mantenía, más o menos, estable. Ahora la inestabilidad ha venido y sabemos cómo ha sido. Panorama inquietante. Vuelven las artimañas del Tamayazo. La compra de voluntades personales para subvertir principios y criterios colectivos de organizaciones políticas. Un tsunami de posibles consecuencias devastadoras.

El único Ejecutivo autonómico que goza de mayoría absoluta es el gallego. En las capitales de provincia solo cuatro de sus gobiernos municipales la tienen. El resto no está a salvo de inestables sorpresas. Conociendo las debilidades de dos o tres concejales o diputados, cambiar un Gobierno es posible. El “modelo Llanes”, con tránsfugas y coaliciones contra natura, puede dejar de ser una rara avis.

Y ¿qué opina de esto la calle Recurro a Julio, llanisco, puroniego, siempre al tanto de la misma. Me contesta parafraseando al presidente de nuestra I República, Estanislao Figueras: “Señores, voy a serles sincero. Estoy hasta los cojones de todos nosotros”.