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Daniel Capó

Extraños compañeros de cama

De una sorpresa a otra en la política

La política hace extraños compañeros de cama. Será por eso que algunos la consideran un arte, aunque la única pericia exigida sea la de mantenerse en el poder. No criticaremos a nadie por hacerlo; no en vano, ya Maquiavelo explicó que en el teatro de la vida hay que agarrar a la fortuna allá donde aparece. Un asunto muy distinto es hacer el ridículo. Hoy parece claro que el mundo de ayer ya no regresará, aunque no debemos descartar algún tipo de bipartidismo en el futuro más o menos consistente. A saber. Las autonómicas madrileñas iban a dejar en retirada a Podemos –un partido, no lo olvidemos, de origen madrileño, si exceptuamos el peso que aportan los Comuns–, hasta que el vicepresidente Pablo Iglesias decidió dar el salto con el objetivo de intentar salvar su proyecto. Y, por otra parte, sellará la desaparición nacional de Cs, previsible tras su fracaso electoral en Cataluña e inevitable tras el salto al vacío ejecutado en Murcia. Para frenar la moción, el PP ha tenido que activar políticas y formas del pasado, acudiendo al transfuguismo a fin de mantener el gobierno. A última hora, el PSOE y los restos de Cs buscaban un pacto a la desesperada con los expulsados de Vox, lo cual era ya rizar el rizo. De repente, el centro centrado se convertía en un centro expandido, capaz de incluir cualquier extremo. A esto lo llaman los politólogos el poder de los relatos.

Las consecuencias del movimiento de Arrimadas y de la réplica de Ayuso van, sin embargo, mucho más allá de los enclaves de ambos feudos populares. En Murcia cabe esperar que Vox exija un adelanto electoral que –de darse– podría proporcionarle incluso la victoria. En Madrid, las primeras encuestas confirman el perfil ascendente de Isabel García Ayuso, quien rozaría la mayoría absoluta a costa de la desaparición de Cs. Pero, a su vez, el triunfo de Ayuso impone una lectura más a la derecha en el PP –una lectura aguirrista, por así decirlo–, lo cual dificultaría o impediría el giro a la moderación que pretendía llevar a cabo Pablo Casado y que lo había ido separando de los postulados de Vox. Así, como pollo descabezado, seguirán girando los populares sin que nadie entienda a qué carta juegan, qué pretenden con sus continuos giros de timón o qué programa tienen previsto ofrecer. Con tres años de Casado al frente del PP, no se sabe siquiera con qué equipo económico cuentan ni cuáles son sus propuestas, más allá del repetido mantra de la rebaja fiscal. Y la economía es, en teoría, el punto fuerte de los conservadores.

La tormenta de estos días dejará un nuevo espacio político. La oposición queda aún más rota: Cs convertido en cadáver –de hecho, ya lo era–, el PP más debilitado –si cabe– y Podemos jugándoselo el todo por el todo para evitar su declive. Mi hipótesis es que al final del camino sólo saldrán reforzados el PSOE y Vox, aunque no obtengan ningún resultado inmediato, y ni tan sólo incrementen su voto. Reforzados porque la canibalización del voto conservador favorece a los extremos y porque, del centro a la izquierda, todo el espacio queda libre para el PSOE, con los vientos favorables del dinero europeo y con un Pablo Iglesias combativo, aunque cada vez más anclado en el espacio tradicional de la antigua IU. Si la política hace extraños compañeros de cama, también nos lleva de una sorpresa a otra. Hasta que llegue el hartazgo.

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