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José María Ruilópez

Reivindicando al padre

En un día de San José que la pandemia de coronavirus impide celebrar como se merece

Hoy, si me coge ese maldito virus me tumba. Ando con las defensas por los suelos. Estoy poniendo “me gusta” en las redes a todo bicho viviente. Pero que conste que lo hago de corazón. Pero enojado, porque la situación sanitaria no sólo nos quita la salud en cuanto nos despistamos, sino que nos impide celebrar el día de San José y el día del Padre como quisiéramos. El padre, sobre todo si falta, es un espacio irreemplazable. Hay que reivindicar al padre como referente para los hijos. Como báculo. Como origen. Como sufrido trabajador para sacar adelante las familias. Hay que defender al padre justo, al padre noble, al padre sufrido, al padre callado.

Los desmanes de algunos, que merecen la censura y el castigo, no pueden embadurnar la potestad del varón, del compañero de la mujer, del amante desinteresado, del timón que hace navegar la barcaza en la que navega la vida familiar. Tal parece que el padre nunca existió. Que desde el San José bíblico, engañado por el Espíritu Santo y considerado como padre putativo, es decir, sin participar en la procreación del propio hijo, llamado Jesús, parece que el padre es la parte invisible de la pareja. Los movimientos femeninos extremos quieren enterrar al padre como estamento, como palio bajo el que crecen los vástagos y se anegan los espacios de sonrisas.

La historia de diario que emerge en la prensa cuando hay delitos de hombres sometidos a los tribunales de justicia, dan la impresión de que el delito se extiende por encima de todo lo masculino. Como si el padre, el varón, el género complementario de la mujer no llevara tras de sí miles de años de lucha. Millones de hombres muertos en las trincheras. Sacrificados en las minas. Doloridos ante la esposa enferma. Mutilados en labores mecánicas. Torturados en las guerras. ¿Qué mujer no añora a su padre? ¿A ese que contempló arrollador desde pequeña junto a la cuna? ¿Ese que la levantaba sobre la cabeza, la miraba con amor y le arrancaba la primera sonrisa?

Hay que evitar el enfrentamiento que muchos grupos sociales buscan como estrategia para medrar. Desprestigiando para escalar puestos en la vida laboral. Hay quien quiere voltear la historia. Cambiar el género de las realidades pasadas. Confunden los hechos renombrados con la defensa del género femenino con sus valores y sus hazañas en variados ámbitos sociales. No hay que trastocar el enaltecimiento de los méritos ajenos con el pasteleo. Hoy toca valorar al hombre en sus múltiples actividades vitales pasadas y presentes. Con sus errores y sus aciertos. Por ser el día de su celebración sin alharacas, ni manifestaciones, ni voceríos, que tal parece que no tienen méritos contrastados ni derechos que se le hurtan merecedores de lucha y reconocimiento. Cuando el padre, llámese José, o Juan o Alberto es la envergadura en la casa, el que da sombra a la desdicha y eleva la frente sudorosa hacia el olimpo.

Sé que los tiempos han evolucionado, que las mujeres ocupan estamentos de primera dimensión social en el mundo. Pero no equivoquemos el cargo con la eficacia. Tanto ellos como ellas navegan en la duda y se multiplican los fracasos y los éxitos. Podría contar anécdotas familiares como todo el mundo. Crecí bajo el poder del varón, dominador, fuerte, pero tierno como un pétalo roto. Cada persona es lo que le ha marcado en su infancia. A mí me marcó la enfermedad de mi madre. Y el valor de mi padre para superar semejante trance que duró 44 años. Que empezó el día de su boda y terminó todo ese tiempo después. Con un especialista que iba desde Oviedo a Teverga a verla y cobraba lo que ganaba mi padre en un mes. Con dos operaciones de corazón, una en Madrid y otra en Oviedo. En mi casa hay nombres que son como de la familia. Que cuelgan de las paredes en cuadros en blanco y negro como Enrique García Ortiz. El cirujano que la operó con una técnica novedosa que le salvó la vida. En mi casa la muerte era vecina de la esperanza.

Reivindico al padre a pesar de la rivalidad que surge entre el progenitor poderoso y el retoño que quiere salir a flote. Y reivindico la igualdad legal entre ambos cónyuges. Y hoy reivindico el día del padre, de los padres, como ese ritmo que da a la vida, que te acompaña siempre y más allá de su desaparición. Y que según pasan los años vas viendo en el espejo cómo tu cara se transforma, y notas que es él quien te mira desde el cristal… hasta la muerte.

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