Opinión

Guía de esperanza

Un pueblo que se une en un objetivo común en defensa de la cultura

Quince mil. Son los fundadores con los que cuenta el proyecto “Asturias, Capital Mundial de la Poesía”. Los hay de todo tipo. Algunos de un calado institucional del más alto nivel; pero estas líneas se escriben desde Bobia de Abajo y, aquí, los apoyos más importantes son los de nuestros vecinos, desde Paquín el de Sirviella, fuente de sabiduría popular incalculable, hasta Pepillo Remis, documentalista oficial de nuestro municipio. Y con ellos, decenas de vecinos que se han adherido a un proyecto cultural de una gran transcendencia histórica: por su mentor Graciano García; por su fin, conseguir que cada 21 de marzo, jornada declarada por la Unesco como Día Mundial de la Poesía, Asturias sea la Capital Mundial de esta disciplina literaria, y finalmente por su exclusividad. Nunca antes un pueblo se había unido de una forma tan unánime para conseguirlo. 

Hay innumerables definiciones de cultura, pero me centraré en la primera acepción que le da la RAE: cultura es cultivo. Es decir, la cultura es la acción y efecto de cultivar el ser. Por ello es por lo que debe ser la cultura un bien al alcance de todos, porque el pueblo que cultiva su mente es un pueblo libre, un pueblo consciente de la importancia de la estética y de la ética. Un pueblo empático. 

Un pueblo donde merezca la pena vivir, incluso con mascarillas, sin grandes actos –como ocurrirá este año– pero con la esperanza de poder volver a recuperar nuestra idiosincrasia, la que nos ha permitido transmitir nuestro folclore a lo largo de los años, con las fiestas de los pueblos, con las partidas de cartas en el chigre, con las tertulias alrededor de una fuente. Porque alrededor de todas esas rutinas la poesía está pululando –sin casi querer– por nuestras memorias. 

Porque ¿qué piensan que son esos cantares al patrón del pueblo? ¿Esos dichos en la barra del chigre? ¿O los refranes a tenor del tiempo? Poesía popular. Cultura rural. 

Hace un año, el 13 de febrero de 2020, tuve el honor de asistir como interviniente en el acto de presentación del proyecto “Asturias, Capital Mundial de la Poesía” en el hotel Reconquista de Oviedo. Entonces aún no nos habían robado la afabilidad de contacto –tan nuestra– y podíamos repartir abrazos y comunizar sueños, aún éramos felices. Allí expusimos todos los actos que llevaríamos a cabo para celebrar la poesía, pero al final, como todo, tuvimos que cancelarlos. Aquel día, con la vehemencia que (sólo) dan los sueños, reivindiqué la necesidad de extrapolar la cultura más allá de las grandes ciudades, de permitirnos a los pueblerinos ser parte de un proyecto como este no solo como meros actores de reparto, sino como protagonistas. Porque aquí, desde donde yo escribo, también tenemos sed de arte, de inspiración, de conocimiento. Salí de allí emocionada y entusiasmada, porque sentí la comprensión de los presentes. Porque supe que Graciano, una vez más, no hacía esto por él, sino por los asturianos. 

¿Y que somos los asturianos, más que la repetida España vaciada? Y ahora, que vuelve a ser marzo, ya nos hemos acostumbrado a no organizar grandes eventos, pero debemos seguir reivindicando lo justo y este proyecto lo es. Por ello sirvan estas líneas para animaros a participar hoy en favor de la cultura desde nuestras casas, nuestras escuelas, nuestros pueblos. Porque, como dijo Graciano, “aprenderán así a ser guías de esperanza, que es lo que son los poetas: guías de esperanza, sobre todo para aquellos que han renunciado a encontrarla”. 

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