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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Milagro en las aulas

El aprobado casi general en la enseñanza asturiana

Milagro en las aulas

He dicho “en las aulas”, pero he dicho mal, debería haber dicho “en la educación”, porque el milagro se produce, asimismo, sin casi haberlas pisado. Ya verán por qué.

Si han seguido estos días la información de LA NUEVA ESPAÑA sobre el conjunto de los actores de la enseñanza, habrán observado que existe un malestar casi general entre casi todos ellos, así como insatisfacción y preocupación.

Familias y profesores señalan que existen problemas de falta de atención por parte del alumnado, de dificultades para dar todos los contenidos del programa, de resistencia al esfuerzo, especialmente en las clases semipresenciales, aquellas en que el alumno asiste al centro unos días sí y otros no, y en aquellas en que las aulas son compartidas por grupos de distinto nivel. El teletrabajo aquí, la enseñanza a distancia, es poco fructífera, si es que el alumno participa, que no todos lo hacen o no lo hacen con plenitud.

Abandonado a su voluntad y al apoyo familiar cuando las aulas estuvieron cerradas, aislado en casa algunos días de la semana con posterioridad, el alumno que sufre esas condiciones está limitado por su capacidad, su ánimo y las posibilidades del entorno familiar, que depende de la presencia o no de los padres en casa, de la preparación y disposición de estos y de los medios internáuticos de que se disponga. El efecto de lo que yo llamo “la brecha familiar” es tremendo, y el papel de la escuela como instrumento para la promoción social se reduce drásticamente.

“Familias y profesores niegan que los alumnos estén aprendiendo al ritmo del curso pasado”, dice un titular. Por otra parte, entre el profesorado, con mucho más trabajo, casi duplicado, cunde el desánimo al ver los escasos y desiguales frutos de su trabajo: “Los docentes, que se sienten abandonados, se suman a las protestas de las familias”, anuncia otro.

Ahora bien, ¡oh milagro!, pese a todo ello, Educación, con doña Carmen al frente, afirma que “en tiempos de pandemia los alumnos asturianos presentan los mejores resultados en 10 años, en línea con la tendencia nacional”. ¿Aunque muchos hayan perdido el hábito del esfuerzo? Sí. ¿Aunque el estímulo de la emulación de otros compañeros haya desaparecido? Sí. ¿Aunque para algunos sea difícil plantear o resolver problemas por su relación semipresencial con el profesor? Sí. ¿Aunque…? Sí.

Obviamente, los resultados de que habla doña Carmen y los suyos son los aprobados y las notas, no los saberes o competencias reales. Lo que ocultan es que, además de la presión que desde hace décadas Educación viene realizando sobre los profesores para que aprueben –a tuerto o a derecho–siempre un poco más, el año pasado, tanto el Consejo Escolar del Estado como nuestra Consejería han apremiado para el aprobado general o, dicho en discreto, para que la repetición de curso se produjera únicamente “en casos realmente extraordinarios” o para que no se avanzase materia en el tercer trimestre. ¡Así cualquiera!

Y ahora vuelven a la carga para este curso. A LA NUEVA ESPAÑA los remito de nuevo: “La Consejería del Principado redacta una resolución para que los docentes tomen “las decisiones más favorables al alumnado” y eviten en lo posible las repeticiones de curso”.

Una vez más, lo importante no son los aprendizajes ni la formación de la personalidad en el trabajo y el esfuerzo, sino la apariencia y la satisfacción superficial de los aprobados sin merecimiento.

Por cierto. Otro milagro en las aulas: después de muchos años de aplazamiento un número considerable de profesores va a recibir un plus salarial prometido hace tiempo, el del segundo plan de evaluación docente.

¿Tendrán que ver unos milagros con otros? ¿Existirá entre ellos causalidad o únicamente casualidad?

Honni soit qui mal y pense.

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