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Jorge J. Fernández Sangrador

Misa en Filipinas

La presencia de asturianos en la evangelización del país con la Universidad más antigua de Asia

El Papa presidió, el domingo pasado, 14 de marzo, en la basílica de San Pedro de Roma, una Misa de acción de gracias por la llegada del cristianismo a Filipinas hace quinientos años. Del papel principal que jugó España en la evangelización de aquellas islas, en las que la mayor parte de la población es católica, no se dijo ni una sola palabra.

Y no habría estado de más el que se hiciese mención, al menos, de la primera Misa que se celebró en Filipinas, oficiada por el sacerdote Pedro de Valderrama, natural de Écija, capellán en la expedición de Magallanes, pues fue él quien dijo también la primera Misa en el territorio que luego sería la República Argentina, país de proveniencia del Papa. Fue el 1 de abril de 1520, Domingo de Ramos, en Puerto San Julián.

La de Filipinas tuvo lugar el 31 de marzo de 1521, Domingo de Pascua, en Mazaua, emplazamiento que no se sabe bien con qué localidad actual se corresponde, siendo varias las que reclaman para sí el privilegio de haber sido el suelo sobre el que se ofreció la primera Misa. Un santuario en la isla de Limasawa mantiene vivo el recuerdo de aquel momento.

Valderrama había oficiado anteriormente Misa en el sitio que los españoles denominaron de las Sardinas, a la altura del Estrecho que hoy lleva el nombre de Magallanes, aunque su descubridor le dio el de Todos los Santos, por ser el día del avistamiento. Fue la primera Misa celebrada en los territorios que después formaron la República de Chile. Era el 11 de noviembre de 1520.

Las parroquias chilenas conmemoraron el acontecimiento hace unos meses, adoptando como lema este versículo del libro bíblico del profeta Habacuc (3,3): “Dios entró desde el sur” (“Deus ab austro veniet”), pues desde allí se extendió, iluminando las regiones del norte, el conocimiento de Cristo, que, en aquella primera Misa, se hizo sacramentalmente presente en medio de dos océanos y seis continentes.

Después del viaje de Magallanes, financiado por España, hubo otros: el de Loaysa, en 1525; el de Saavedra, en 1527; el de Villalobos, en 1541; y el de Miguel de Legazpi, en 1564, desde Méjico. En el de Villalobos viajaron cuatro sacerdotes y cuatro agustinos; en el de Legazpi, y bajo la autoridad de Andrés de Urdaneta, cinco agustinos. A partir de 1578 fueron llegando los franciscanos, los jesuitas y los dominicos.

A los dominicos precisamente es a quienes les hay que agradecer la creación, en 1611, de la Universidad de Santo Tomás de Manila. Es la más antigua de Asia. La presidieron como rectores, entre otros, los asturianos Joaquín Fonseca, de Aramil; José Noval, de Valdesoto; Jesús Castañón, de Casorvida; y Jesús Díaz, de Jomezana. En ella se doctoró en Filosofía y Teología, y ejerció de profesor, Zeferino González, de Villoria; más tarde, obispo de Córdoba, arzobispo de Sevilla y de Toledo, y cardenal.

En aquella universidad dio clases, y fundó el Museo de Historia Natural, Ramón Martínez Vigil, de Tiñana, al que el Papa nombró, en 1884, obispo de Oviedo. En cambio, el quirosano Melchor García Sampedro, vicario apostólico y santo mártir en Tonkín, rechazó la propuesta de ser profesor en tan prestigiosa institución académica.

Y, además de éstos, hubo otros muchos asturianos, y muchísimos españoles, que trabajaron, con todo el entusiasmo del que una persona es capaz, en la obra de la evangelización de Filipinas, dejando incluso allí su vida e incontables frutos de fe. Y, gracias a ésta, de progreso humano.

De ahí el que, hace unos días, en un acto organizado por el Seminario de Historia «Cisneros», en la Fundación Universitaria Española, con motivo de la celebración del quinto centenario de la llegada de los españoles a Filipinas, el nuncio apostólico en nuestro país, Bernardito Cleopas Auza, natural de Talibon, tras reconocer que «Filipinas es un poco de España en Asia», afirmase con toda justicia: «La fe cristiana fue la herencia más importante que dejó España en Filipinas».

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