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José Manuel Ponte

Ninette y un señor de Murcia

Las mociones de censura en la comunidad murciana

Tres de septiembre de 1964, Miguel Mihura, comediógrafo de éxito antes y después de la Guerra Civil y fundador de dos revistas legendarias (“La ametralladora” y “La Codorniz”) estrena en el Teatro de la Comedia una obra llamada “Ninette y un señor de Murcia” de la que luego se hicieron varias reposiciones y dos versiones cinematográficas, la última –creo– bajo la dirección de José Luis Garci.

El “señor de Murcia” es Andrés, propietario de una modesta tienda de artículos religiosos que tras recibir una herencia inesperada decide gastarse parte de ese dinero en París junto con un amigo allí residente, Armando, que le había hablado maravillas de la capital de Francia. Y Ninette es la guapa hija de Madame Bernarda y de Monsieur Pierre, una pareja de republicanos españoles exiliados que regentan la pensión donde va a alojarse Andrés. El contraste entre una mujer joven, desprejuiciada y liberal y un solterón murciano que nunca ha salido de su aburrido rincón provinciano es enorme pero al final se enamoran.

La obra de Miguel Mihura no deja de ser un retrato de la España de los sesenta cuando aún faltaban catorce años para poner fecha final a la dictadura con la Constitución de 1978. Era pues, la España de los planes de desarrollo económico que trazaba López Rodó con la bendición del Opus Dei; la España que mandaba a Bruselas a aquel alto funcionario de aspecto triste y resignado (Alberto Ullastres) para que infructuosamente llamase a las puertas del Mercado Común donde no la dejaban entrar mientras persistiese en ser una dictadura postfascista; la España del turismo de masas y de la destrucción urbanística del litoral; la España, en fin, del eterno recelo hacia Francia, en la cultura, en la libertad de costumbres, y hasta en la lucha antiterrorista, con acusaciones a las autoridades de París de acoger tras la frontera de los Pirineos a los comandos de ETA, que supuestamente iban y venían a su antojo.

En esa España del tímido aperturismo que coincidió con la etapa como ministro de Información y Turismo de Manuel Fraga Iribarne (julio de 1962 a octubre de 1969) estrena su obra “Ninette y un señor de Murcia” con extraordinario éxito de público y critica, como solían escribir los gacetilleros.

Por entonces, los principales referentes de la región murciana continuaban siendo el teatro romano, la base naval militar de Cartagena, la base aérea militar de Alcantarilla, el astillero también militar y, por supuesto, su riquísima huerta, que ya empezaba a ser hostigada por proyectos turísticos disparatados que le disputaban el agua tan necesaria del regadío para campos de golf. Por desgracia, con los intereses inmobiliarios, tan ligados a la corrupción política, el panorama varió por completo y hoy ya no sería posible que ese señor de Murcia que nos describe Mihura en su comedia fuese el aburrido propietario de una tienda de artículos religiosos. Ni Ninette la guapa hija francesa de la pareja de exiliados republicanos. Hoy por hoy, muy probablemente serían dos de los diputados que venden su voto al mejor postor. Como acabamos de ver en directo de una forma indecente.

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