En el fondo todos saben que la independencia ha volado de Catalunya para en torno a una generación, pues ni la unilateral será posible ni el Estado español negociará una ruta que pueda llevar a ese resultado. Ahora bien, más de millón y medio de honrados catalanes (en los últimos comicios un 26% del total de electores) se ha creído la monserga, la mueve en circuito cerrado y la conecta con una tradición que es muy real. Si los políticos fueran tan honrados como los honrados catalanes ayudarían a pinchar el globo, pero el asunto es que sirve para dar empaque y elocuencia a unos despachos de todos los tamaños que, en cascada, van de Waterloo a, pongamos, la concejalía de Cultura y Deportes de un pueblecito de Girona. Como dijo Pascal, hay razones del corazón que la razón no entiende, y si allí para latir con fuerza les pide asumir el coste de seguir cayendo, que le vamos a hacer.