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Jorge J. Fernández Sangrador

Hacia la luz

La “Divina Comedia” , una lectura para renacer a una Vida nueva en Semana Santa

Fue un 25 de marzo, sostienen numerosos especialistas, cuando Dante Alighieri emprendió el viaje en el que, después de descender a las tenebrosas profundidades del Infierno, ascendió, a través del Purgatorio, a la luminosa bienaventuranza del Paraíso, del cual dejó, en la “Comedia”, a la que Giovanni Boccaccio calificó de “divina”, un sublime relato en tercetos.

Al cumplirse, en este año, los setecientos del fallecimiento del poeta florentino (Rávena, 13-14 de septiembre de 1321), el actual Papa, siguiendo el camino trazado por sus predecesores, publicó, el pasado jueves, una carta apostólica que lleva por título “Candor Lucis Aeternae”, de evocadora impronta bíblica: “Candor est enim lucis aeternae, et speculum sine macula Dei majestatis, et imago bonitatis illius” (Es resplandor de la luz eterna, espejo límpido de la majestad de Dios e imagen de su bondad), se dice, refiriéndose a la Sabiduría, en el homónimo libro del Antiguo Testamento.

Todos los papas que escribieron acerca del Sumo Poeta lo hicieron movidos por la idea de que “Dante es nuestro” y de que las verdades de la fe católica se hallan certeramente recogidas y bellísimamente expuestas en la “Divina Comedia”, y de que, en ella, se habla de las realidades más altas e inefables valiéndose de imágenes y expresiones de imperecedera hermosura.

Mas fue el Papa Francisco quien propuso, en un mensaje dirigido, en 2015, al cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, el que la “Divina Comedia” fuera leída como “un gran itinerario, es más, como una auténtica peregrinación, tanto personal e interior como comunitaria, eclesial, social e histórica”. Y al igual que hice en ocasiones anteriores, en esta misma tribuna del periódico, sugiero a los lectores el que, escuchando a Dante, inicien esa peregrinación espiritual de la que hablaba el Papa, que tiene su comienzo en el particular submundo de lo inconfesable y su fin en la felicidad de la recta conciencia que se goza de estar en paz consigo misma, con Dios y con los demás.

Porque en eso consiste, en realidad, la grandeza de la “Divina Comedia”, en que muestra cuál es el camino que lleva al hombre, después de haber padecido los terrores en los que desemboca la senda que discurre por selvas oscuras y de haber sido purificado por la purgación que habilita para la contemplación de los resplandores de la luz eterna, al encuentro con el Amor.

Una vía que Dante, exiliado y peregrino “pensativo”, desbrozó para las generaciones futuras. “Los adolescentes, por ejemplo –incluso los de hoy– si tienen la oportunidad de acercarse a la poesía de Dante de una manera que les sea accesible, inevitablemente constatan, por un lado, toda la distancia del autor y su mundo; y, no obstante, por otro, sienten una resonancia sorprendente”, les dijo el Papa Francisco, en cierta ocasión, a los miembros de una delegación de la archidiócesis de Rávena-Cervia.

Y así como el poeta tuvo como guías, para realizar la peregrinación, a Virgilio, Beatriz y san Bernardo, hacen falta, en España, maestros que acompañen en su viaje a quienes deseen adentrarse en los círculos del universo dantesco, para que no desistan de la empresa a mitad del camino.

Es preciso decir también, para concluir, que no son pocos los investigadores que estiman que el viaje al Infierno debió de haber comenzado en la tarde del Viernes Santo de 1300, que, en ese año, cayó el 8 de abril, aunque el aniversario histórico de la muerte de Cristo se celebrase, en la Edad Media, el 25 de marzo.

Cualquiera que sea, de estas dos, la fecha con la que operaba Dante al componer su gran poema, el que tuviese en cuenta, ya fuera la primera, ya la segunda, el día en que se conmemoraba la crucifixión del Salvador, constituye razón suficiente para que la “Divina Comedia” sea la lectura de quienes, en esta Semana Santa de limitada movilidad a causa de las medidas sanitarias, sientan anhelos de renacer pascualmente a una Vida nueva.

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