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Oviedo es al Sudario lo que Turín a la Sábana Santa

La evidencia empírica confirmada por los científicos reconoce que el hombre al que cubrió el paño turinés es el mismo que el del lienzo ovetense, aunque no se pueda confirmar de quién se trata

Oviedo es al Sudario lo que Turín a la Sábana Santa

Existen tres objetos de tela que, según la tradición, estuvieron en contacto con el cuerpo de Cristo: la Sábana Santa de Turín, el “pañuelo” de la Verónica de Alicante y el Sudario de Oviedo. Dada la controversia que existe sobre la autenticidad del sudario, expongo en este escrito las aportaciones más recientes realizadas por el equipo de investigación del Centro Español de Sindonología (EDICES) en la investigación sobre el “lienzo” de Oviedo (así se conoce, en tanto nos referimos a un objeto de investigación), para confirmar o rechazar si se corresponde con el sudario que encontraron Pedro y Juan al entrar en el sepulcro (Juan 20, 7).

Composición del lienzo. Tras un análisis microscópico se llegó a la conclusión de que las fibras del lienzo están constituidas exclusivamente de lino, según consta en el libro de ponencias del II Congreso Internacional del Sudario de Oviedo (CISO) (año 2006, pp. 177-228). Conviene recordar que la ley judía prohibía el shaatnez (combinación de lana y lino en la misma tela) y que esta ley seguía en vigor en el siglo I. Por otra parte, el estudio microscópico de los hilos indica que fue hilado a mano en torsión en zeta y, por lo tanto, según una experta textil, fabricado antes del año 1000. Este lienzo también es conocido con el término griego, “sudarión”.

Datación con carbono 14. Existen tres isótopos del carbono: el C12, el C13 y el C14. Una vez muerta la planta comienza la desintegración del C14, que es inestable. Cuando un material orgánico se somete a una datación radiocarbónica, lo que se mide es la relación entre el C14 y el C12, que decrece con el tiempo: Cada 5.700 años, periodo de semidesintegración del C14, éste se reduce a la mitad. Con muestras del lienzo de Oviedo se hicieron tres determinaciones de edad. Una fue fallida y las otras dos (análisis de Toronto y Arizona), dieron dos fechas similares: años 642-869, una de ellas, y 653-786, la otra, es decir siglos VII-IX (II CISO, p. 138).

A medida que los investigadores fueron adquiriendo experiencia, pudieron constatar que la contaminación que se va depositando a través de los siglos aporta un carbono más reciente y, por lo tanto, se rejuvenecen los resultados. Al investigar el lienzo de Oviedo, uno de los miembros de EDICES observó que había unas fibras de lino de un color más oscuro que otras. Al estudiar su origen, pudo demostrar que se debía a un acúmulo de abundantes partículas orgánicas, como carbón, hongos, bacterias, restos de insectos y granos de polen (“El sudario de Oviedo”, Eunsa, p. 47).

Por lo tanto, si como el caso del lienzo de Oviedo la datación dio siglos VII- IX resultaría que, por influencia de los factores previamente señalados, posiblemente lo único que podemos decir es que es anterior al siglo IX. Y, desde luego, con tanta imprecisión de la técnica, no podemos descartar, con seguridad, que sea del siglo I.

Análisis forense. En 1990, el profesor Villalaín inició el estudio forense del lienzo. Al observar por el microscopio, detectó hematíes. Se enviaron muestras a tres laboratorios y los tres confirmaron que se trataba de sangre humana del grupo AB. El siguiente paso consistió en estudiar cómo se fueron formando las manchas. Para ello, el grupo forense ideó un artilugio simulando una cabeza humana para poder derramar un colorante por la nariz o por la boca, en distintas concentraciones y en diferentes posiciones, con la intención de reproducir las manchas que aparecen en la figura A.

Si el proyecto de construir un centro de interpretación del Sudario en Oviedo sigue adelante, podremos entender lo investigado hasta ahora, ya que, al no estar impresa la cara en la tela, se precisa visualizar las explicaciones.

Para no alargar este artículo, solo enumeraré las conclusiones más importantes a las que se ha llegado: el lienzo estuvo colocado en la cara de un cadáver, tenía la nariz aplastada, había muerto de un edema agudo de pulmón, lo que explica la presencia de manchas de sangre más o menos diluida por el lienzo (figura A), había estado en posición vertical y tenía una serie de heridas punzantes en la frente producidas en vida (I CISO, pp. 131-154)

Correlación entre la sábana de Turín y el lienzo de Oviedo. Para que se acepte que dos prendas han cubierto el mismo cadáver, la ciencia forense exige, al menos, que coincidan ocho signos en las dos. En la sábana de Turín y el lienzo de Oviedo coinciden los signos siguientes: mismo grupo sanguíneo (AB), mismas medidas antropomórficas de la cabeza, nariz aplastada, pelo largo y barba completa, polvo de áloe y mirra, misma concentración de calcio en un material encontrado en región labial (¿barro?), gota de sangre en la frente en forma de épsilon (3 invertido), y coincidencia de múltiples focos sanguíneos distribuidos por la región de la frente y de la cara en un número superior de los signos enumerados hasta ahora. Del lienzo de Oviedo se pudieron conseguir escasas secuencias de ADN mitocondrial (los eritrocitos no tienen núcleo). Pero al no disponer del ADN de Jesucristo no se puede comparar.

En conclusión, la evidencia empírica indica que el hombre de la sabana de Turín es el mismo que el del lienzo de Oviedo. Pero no sabemos quién es ese hombre. No obstante, si se admite que en Turín hay señales radiactivas de su resurrección, resulta evidente que en Oviedo hay restos de sangre de su pasión. Parafraseando la composición poética medieval, podríamos finalizar diciendo: “Quien de camino a Santiago no visita el sudarión, es como venerar a un santo y no la sangre del Señor”.

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