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Martín Caicoya

Saber y conocer

Los datos, la información y el conocimiento crecen; la sabiduría, apenas

Creo que fue a Emilio Lledó a quien le oí por primera vez formular la pirámide en cuya base están los datos y en la cúspide la sabiduría. Fue hace mucho y la memoria, tan aficionada a reelaborar los recuerdos, puede traicionarme. Creo que decía que los datos se duplican cada segundo, la información cada día, el conocimiento cada 10 años y la sabiduría apenas. Sea o no atribuible a Lledó, me parece que ilumina bastante bien nuestro mundo.

Una anécdota médica que me ocurrió hace años me ayuda a describir la pirámide, tal como la entiendo. Me llamó un conocido jadeante: tengo un análisis que dice Hb: 6,5. No sé que significa. Se trataba de un vegano riguroso al que varias veces le había aconsejado que tomara vitamina B12 pues los seres humanos no la fabricamos. En realidad, la hacen unas bacterias en el colon cuando ya no hay posibilidad de que se absorba. Sin ella se produce, con el tiempo, una anemia caracterizada por el gran tamaño de los eritrocitos. Así que le pedí que me dijera la cifra de VCM, que es el volumen corpuscular medio. Era muy alto, lo que confirmaba la hipótesis. En ese trayecto había ido de los datos, Hb: 6,5, a la información: es la hemoglobina que está muy baja lo que señala que sufre una anemia, al conocimiento: anemia megaloblástica por déficit de vitamina B12. El siguiente paso depende de la sabiduría pues es la toma de decisión. En medicina, como en cualquier ámbito, se intenta controlar la incertidumbre y asegurar el resultado. Son los tratados médicos que hoy, preferiblemente, se basen en pruebas científicas. Pero no siempre las hay. Entonces se acude a los consensos de expertos. Por ejemplo, cuándo tratar una anemia con una transfusión de sangre. Empieza a tomar vitamina B12, le dije. El sujeto, alarmado, decidió consultar en el hospital donde lo ingresaron y, de acuerdo a protocolo, decidieron transfundir. Pero a él, un vegano, le parecía que esa sangre, inyectada en sus venas, iba a contaminar su cuerpo. Su familia valoraba incapacitarlo de urgencia por demencia. Me llamaron para que intercediera. El paciente estaba clínicamente estable, toleraba bien su anemia. Intenté que lo trataran de otra forma, pero me encontré con la rigidez del protocolo. Sin duda, transfundir era una opción correcta desde el punto de vista del conocimiento: ¿lo era desde la sabiduría?

¿Dónde está la Vida que hemos perdido en vivir?

¿Dónde la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?

¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?

Eso escribía T.S. Eliot en 1934; entonces no había llegado esa marea de datos. De eso se encarga el filósofo germano-coreano Byung-Chul Han: “El dataísmo es una forma de conocimiento que anula el pensamiento”.

¿Pero si esa ministra ni siquiera fue a la Universidad, cómo puede dirigir su Ministerio? Porque se piensa de que la mejor forma de gobernar es dando el poder a los técnicos, personas que sean capaces de trasformar los datos en información y esta en conocimiento.

En medicina, tanto en la clínica como en la salud pública y no menos en la gestión, tener datos fidedignos es muy importante, lo mismo que lo es saber interpretarlos y ponerlos en un contexto. Cuando las cosas están claras, la decisión es fácil. Pero la mayoría de las veces hay mucha incertidumbre, es difícil predecir los resultados de una u otra intervención. Se puede hablar de probabilidades, incluso se pueden aquilatar con las utilidades y costes. Es decir, con esta opción tengo un 80% de probabilidades de ganar un 80% de salud a un coste X con la otra un 80% de ganar un 70% de salud a un coste 1,3 X. Pero todo eso es un ejercicio teórico.

Como el que hizo Darwin cuando se planteaba el matrimonio con su prima, una mujer rica y buena. Darwin tenía más interés en la ciencia. Intentó arrojar razón en esa difícil decisión: en un papel que se conserva escribió bajo el epígrafe de ventajas, aquellas de casarse, inconvenientes, las de estar casado. No valoró los pros y contras de su prima. Creo que a lo largo de su vida el apoyo que recibió de Emma Wedgwood fue muy superior a los inconvenientes que Darwin preveía con el matrimonio. Pero lo importante es que ese intento de arrojar razón sobre algo tan poco predecible muestra que ni los datos, ni la información, ni el conocimiento son definitorios a la hora de las grandes decisiones. Ayuda, pero cuando hay incertidumbre puede más esa rara facultad que es la intuición que no sé si es parte de la sabiduría. Nada indica que la decisión de Darwin se haya basado en esa reflexión.

Necesitamos generar datos fiables que nos den la información que requerimos. Al menos en medicina, el conocimiento debe preferiblemente basarse en la ciencia que tramite la interpretación correcta de la información obtenida. Todo eso se puede hacer y poner a disposición de los profesionales. Pero, ¿dónde la sabiduría que se pierde en el conocimiento?

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