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Juventud y competitividad

El progreso en un mundo globalizado

Mi dilatada experiencia profesional ha reforzado mi convicción sobre los beneficios de la competitividad, imprescindible para pisar el asalto de las posibilidades que, en los tiempos de hoy, puedan auparte a tener una vida digna, incluso a lanzarte, con mucho empeño y esfuerzo, a conseguir etapas exitosas. La juventud, es mi debilidad. Quizás por que miro a mi hija y deseo que, al menos, merece una sociedad de libertad y oportunidades; porque veo esas catastróficas estadísticas de paro juvenil y el bajo nivel educativo que me deprime; porque compruebo las montañas de hipotecas de deuda y un tejido productivo devastado. Está claro que la juventud es el futuro, y que sus ideas y actuaciones son fundamentales en este mundo de mercado globalizado y de comunicación abierta e instantánea.

La juventud forma parte esencial de un proceso evolutivo de pensamiento de seres humanos como motor para desarrollar nuevos procesos, nuevas innovaciones, y para obtener mejores resultados gracias a la aplicación de habilidades y conocimientos en beneficio económico personal, empresarial y social. Ante las crisis, muchos jóvenes (normalmente los más preparados) optan por buscar oportunidades laborales fuera de nuestras fronteras. Un drama para una sociedad que requiere de talento en tiempos de inteligencia artificial y tecnología punta. Una situación insostenible que sólo se puede hacer frente mediante la competitividad. Estamos viviendo tiempos difíciles, de ajustes para acomodarnos a la nueva realidad de rivalidades del mercado globalizado. Si perdemos mercado, no hay clientes, ni empleadores ni empleos. Las recetas del pasado ya no sirven, la solución pasa por mejorar en competitividad. Aumentar la productividad, disminuir la ineficiencia y la comodidad, aumentar la proactividad, el emprendimiento, la creatividad. Este es nuestro reto, contribuir a convertir las actuales dificultades en ventajas, en soluciones para mejorar y mirar el futuro con decidida esperanza. La realidad actual es muy diferente a la de hace unas décadas. El cliente está a miles de kilómetros y el empresario es vecino de portal. El que tiene chófer no es aquel millonario dueño de fábricas y minas, esos se han esfumado o extinguido, ahora es el político mandarín de turno elegido por los ciudadanos. El dinero no está en las cajas fuertes, ni bajo el colchón, está volando por las neuronas cibernéticas, trasladándose en segundos de un país a otro, al más atractivo, al más rentable, al más confiable. En el nuevo estatus globalizado, el empleo lo crea la iniciativa privada, no los estados; éstos, en ocasiones, contribuyen a destruirlo.

La correcta adaptación a los parámetros del actual mundo globalizado es lo que marca el crecimiento de los países y de las zonas. El que domine el mercado de forma más eficientemente que el otro, se lleva consigo la manufactura, la producción, el trabajo y la riqueza. Un país, una empresa, una organización, cualquiera que sea la actividad que realice, si desea mantener un nivel adecuado de competitividad a largo plazo, debe partir de una buena formación en emprendimiento; es vital. Ser competitivo no es solamente tener salarios iguales o más reducidos que los de tus competidores, es explorar mercados, es innovar, producir mejores productos, de mayor calidad, más beneficiosos o más atractivos para que la demanda los reclame. El país, la empresa, el individuo que quiera ver esta nueva realidad y adaptarse a ella por delante de sus competidores, tendrá opciones a salir del pozo y se aupará al éxito competitivo; el que se mantenga al margen de esta realidad, por indolencia, indiferencia, incompetencia, incomparecencia o nesciencia, estará abocado al fracaso.

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