La música asturiana llora a una voz que marcó hito en la historia de la canción asturiana del siglo XX: la quirosana Diamantina Rodríguez. Nació en 1920, en Vil.laxime (Quirós) y tanto en su concejo natal como en Babia, su voz ya era todo un reclamo, dando muestras de sus excelentes cualidades. Creció con la ausencia de su padre y con una juventud marcada por la Revolución del 34 y la posterior Guerra Civil. Apenas siendo una niña conoció al que sería su marido, el gaitero Argimiro Fernández, con quien se casó cuanto contaba tan solo quince años. Su llegada al Concurso de Canción Asturiana celebrado en el Salón Babel, de Oviedo, fue memorable: conquistó un 2º puesto en la primera edición (1948), 2º puesto en la segunda edición (1951) y quedó campeona en la tercera edición (1955). En 1950 se estableció en Mieres, creciendo su popularidad a lo largo de los años sesenta y setenta mientras compartía escenario con las grandes figuras del momento dentro de formaciones como la Compañía de Campeones de Canción Asturiana «Asturias canta», «Asturias Patria Querida» o «Así canta Asturias». Su arte fue conocido por toda Asturias, diversos centros asturianos de España como el de Madrid y Barcelona, actuó en la Feria del Campo de Madrid, el Pueblo Español de Barcelona y destacados teatros como el Teatro Calderón de Madrid, entre otros. Actuó en Radio Televisión Española cantando desde el Real Sitio de Covadonga, así como en el célebre programa “La Casa de los Martínez”. Grabó doce discos en solitario, una producción que llegó a editarse en México y figuró en multitud de recopilatorios. Entre otros títulos, fue nombrada Mierense del Año (1999), Hija Predilecta del concejo de Quirós (2001) y recibió la Medalla de Plata del Principado de Asturias (2002). Su nombre figura en el callejero de La Corredoria, en Oviedo (1998); en el Centro de Estudios de la Asturianada, en Mieres (2009) y desde 2012 cuenta con un libro autobiográfico obra del pianista Xaime Arias.

Diamantina fue una mujer armada de una admirable valentía, humildad e implicación, que jugó un papel fundamental en la historia de la asturianada: recuperó el piano como instrumento acompañante, compuso nuevas canciones consideradas hoy de referencia en el género, salvaguardó en grabaciones multitud de antiguos repertorios prácticamente olvidados y formó desinteresadamente a una nueva generación que garantizase la continuidad. Artistas como Anabel Santiago, Liliana Castañón o Marisa Valle Roso, son conocedoras de su magisterio. Desde hace varios años, residía en la residencia de mayores «Edad Dorada», de Noreña, donde se sentía muy querida por las atenciones que sus cuidadoras le dispensaban. En este centro seguía recibiendo visitas y facilitaba sus consejos y grabaciones a las nuevas generaciones con admirable paciencia, entusiasmo y lucidez. El pasado septiembre, soplaba con ilusión el centenar de velas y aún se animó a cantar a la gaita. En el día de ayer su voz se apagaba para siempre, pero queda perpetua su extensa obra, su generoso magisterio y entrañable recuerdo entre quienes la conocieron.