LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas cumple 25 años. Parece que fue ayer aquel miércoles 17 de abril de 1996, en el que iniciábamos esta andadura para acercarnos aún más a los vecinos de los valles del Nalón y el Caudal en un periodo en el que la región también atravesaba delicados momentos. Lo hicimos con el propósito de servir a la sociedad en el debate y la búsqueda del conocimiento, la transformación y el progreso. La fidelidad y el aprecio de los lectores de esos territorios nos permiten pensar que en alguna medida lo estamos consiguiendo. Ni el mundo, ni Langreo, San Martín del Rey Aurelio, Laviana, Caso, Sobrescobio, Mieres, Lena, Aller, Morcín y Riosa son lo que entonces. Con luces y sombras, el sacrifico que afrontaron no resultó baldío porque tienen más cerca reescribir su futuro.

Las metamorfosis profundas llevan su tiempo. No hay métodos súbitos, milagrosos e indoloros para modificar en un suspiro un sistema productivo. La minería, antaño motor principal, juega ya un papel testimonial. Y la puntilla a cualquier actividad relacionada con el carbón acaba de darla el reciente y precipitado cierre de las centrales térmicas. Nadie entenderá la Asturias moderna, y el salto gigantesco que protagonizó para pasar de una comunidad agraria y atrasada a otra industriosa y avanzada, sin considerar la contribución de las Cuencas. La pérdida de peso político del Principado, y esa crisis permanente en la que parece sumido desde hace lustros, tiene bastante que ver con la debacle de las minas. Los valles del Nalón y del Caudal son el símbolo del agotamiento de un modelo, pero también van sumando ingredientes para convertirse en el trampolín de otro que marque el renacer asturiano.

Esta tierra tiende a dejarse arrastrar por el pesimismo y, con ese fatalismo socarrón tan consustancial al carácter asturiano, a incidir solo en lo oscuro. Un sentimiento similar al de la reconversión, cuando la comunidad veía quebrar sus pilares y la cirugía laboral causaba las primeras amputaciones. A pesar de las engañosas prejubilaciones, algunas inversiones ineficientes y equivocaciones en la selección de prioridades, no hay imagen más potente para verificar el cambio de las Cuencas que revisar el ejemplar con el que LA NUEVA ESPAÑA estrenó su edición. En aquel número, los alcaldes de Mieres y Langreo se abrazaban en la única carretera que unía ambas villas por el alto de Santo Emiliano. No existían parques naturales ni polígonos, y la Universidad contaba con una escuela técnica en Mieres casi en el abandono. Por supuesto, el vivero de emprendedores de Valnalón o el campus de enseñanzas profesionales de Langreo distaban mucho de su feliz presente.

Veinticinco años después, ambas comarcas están a cinco minutos de autovía, y sus conexiones por ejes de alta capacidad son la envidia de otros municipios. Con unas infraestructuras sanitarias renovadas, las más modernas instalaciones universitarias infrautilizadas y una trama urbana reconstituida, encabezan la experimentación con energías verdes. La implantación de un sector tecnológico y el despegue del farmacéutico mitigaron la ruina de los pozos. Los prodigios de vergeles como Redes, las Ubiñas y el Aramo, unos ríos limpios y las desaprovechadas estaciones invernales abren posibilidades hasta hace poco inéditas al turismo.

LA NUEVA ESPAÑA sigue creyendo en las Cuencas y en su talento para hallar un modelo económico distinto, inspirador a la vez de la región, porque además de estos alicientes cuentan con un capital humano y una tradición industrial extraordinarios. Ciertamente, los concejos carboneros han perdido en este periodo unos 67.000 vecinos y 7.000 empleos. Un éxodo y una desertización devastadores, aunque compartidos con otras zonas también muy castigadas. Donde ya existían problemas estructurales, la recesión de 2008 los ha agravado, marcando un vertiginoso descenso por la pendiente demográfica que nos hará caer en dos años de la cota del millón de habitantes. La obligación de Asturias y las Cuencas es volver a atraer jóvenes y multiplicar oportunidades. Hoy están objetivamente en mejores condiciones de partida para regenerarse y lograrlo.

La edición no fue un gesto simbólico, sino un deber con una población que merecía esa apuesta. Un cuarto de siglo después, toma renovados bríos para seguir reflejando la pluralidad social y la riqueza cultural de un territorio a cuyo relanzamiento queremos contribuir sirviendo de cauce a los ciudadanos. Un medio informativo pertenece, en realidad, a sus lectores. A los de los valles del Nalón y del Caudal, nuestra gratitud por hacer de LA NUEVA ESPAÑA el periódico más vendido y leído de largo en las Cuencas, y en Asturias, ya sea en su versión de papel o digital. Y que en el siguiente aniversario volvamos a citarnos para celebrar la constatación de que, efectivamente, a este paraíso le aguardaba un futuro brillante porque para el estirón final solo necesitaba despertarse y vertebrar sus enormes potencialidades. Por fin.