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Carmen Martínez Fortún

Debates, vacunas y Cataluña

Un país falto de respeto y con distintas varas de medir en función de quién hace qué

España necesita políticos respetuosos, pues el respeto es requisito clave para evitar la violencia de género y todas las demás. Políticos que no sucumban a sus rencores y que no revienten los debates, pues estos son recursos de las cadenas, pero también un servicio público. Políticos con empatía, que no odien al rival por sus ideas, que no falseen, que no manipulen, que no duden de los demás pero monten un escándalo de muchos gestos y muy pocas palabras cuando se duda de ellos, con un prurito de honra que deja pequeño al mismísimo escudero del Lazarillo.

Cuando una, en su papel de profesora, programa un debate entre alumnos, los anima a que lo preparen con solidez, que hablen despacio y con fluidez, que escuchen al adversario y no lo interrumpan. Esos debates en Secundaria y Bachillerato suelen adolecer de profundidad en las ideas, por la lógica bisoñez de los participantes en proceso de formación, y hay que insistir mucho en que dispongan bien su argumentario, pues si no aportan razones, pierden la razón. Cuando faltan argumentos, solo quedan el grito y el ademán. Pues bien, la mayoría de esos debates escolares figurarían como confrontaciones de ideas socráticas, sosegadas y profundas al lado de los espectáculos ordinarios y soeces de esos políticos que pretenden atraer el voto y lo buscan de modo ilegítimo, ejemplo vivo de lo que nunca deben hacer los alumnos.

Hoy toda España habla del último debate roto, donde los extremos se criminalizaron para escarnio de todos, despertando instintos primarios, porque han convertido unas elecciones autonómicas en una confrontación nacional a cara de perro y porque ambos –sí, ambos– cultivan el odio como fuente de votos.

Y, mientras Madrid centra todas las pasiones, pasa desapercibida la monstruosa vergüenza de marginación y segregación cercana a lo criminal perpetrada por un gobierno autonómico. Cataluña no vacuna a la Policía ni a la Guardia Civil, y el Gobierno central le pone sordina. ¡Ay, si hubiera sido Ayuso! Querido lector, hay datos suficientes para afirmar que España está muy enferma.

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