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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Peor que un crimen, un error

La posible influencia en el resultado electoral de las amenazas a políticos durante la campaña madrileña

La engarradiella de Rocío Monasterio con Pablo Iglesias. Se la puede calificar con las palabras con que Fouché, el responsable de la policía, calificó el asesinato, por orden de Napoleón, de Luis Antonio de Borbón (“es peor que un crimen, es un error”), en la medida en que temía que iba a activar la reacción de las cancillerías europeas contra Francia, como así sucedió.

Hasta el viernes 23 de abril, los escrutinios de la opinión madrileña daban como vencedor muy destacado al PP, sin gran crecimiento a PSOE y Podemos, una buena marcha de Más Madrid, un relativo estancamiento de Vox y la duda de si Cs obtendría el quórum necesario para entrar en la Asamblea. En general, las encuestas, aunque no todas, daban como muy probable, tras las elecciones, un gobierno formado por PP, con el apoyo de Vox y, si acaso, de Cs.

En vísperas del 23 llegaron tres cartas con balas y un texto amenazador a Pablo Iglesias, Grande-Marlaska y María Gámez. Rocío Monasterio y Vox condenaron la violencia “venga de donde venga”, pero expresaron sus dudas de que las cartas no fuesen un montaje. El citado día 23 se abría un debate entre todos los candidatos, excepto Ayuso, en la SER. Comenzó Iglesias, exigiendo que Monasterio condenase las amenazas y retirase las dudas sobre la veracidad de las mismas. En caso contrario, abandonaría la reunión. Monasterio reiteró su “condeno todo tipo de violencia”, pero siguió poniendo en duda la palabra de Iglesias y le exigió reciprocidad con respecto a Vox. A don Pablo no le bastó y abandonó, hay que aclarar que después de recibir reiteradas invitaciones de la representante de Vox a que se levantase y marchase. Iglesias calificó aquello de insostenible. Al rato lo siguieron los representantes de PSOE y Más Madrid. A partir de ese momento se ha montado una intensísima campaña para acusar a Vox de no condenar la violencia, y, por tanto, apoyarla o tolerarla, y, al tiempo, exigir al PP para que condene a Vox y “lo aísle”.

Es cierto que Podemos “le debía” varias a Vox: no había condenado la violencia efectiva y reciente contra ellos en Vallecas, es más, los había acusado de provocarla; había puesto en duda el ataque a una militante abascalina en Sestao, sugiriendo que la sangre que manaba de su ceja por una pedrada era kétchup, y no sangre. Y no olvidemos los elogios y disculpas de Podemos cuando el acoso lo sufren los demás. Pero es igual, la frase fue un error. A Monasterio le bastaba con decir “nosotros sí condenamos, no como vosotros” para devolver la patada y quedar bien. Pero fue incapaz de contenerse, repitió sus dudas y, además, invitó a Iglesias a largarse, y lo hizo con ese tono rabanero tan propio de su persona, que debe de ser con el que está acostumbrada a tratar a dependientes y servicio.

¿Lo hizo por cálculo electoral? Es dudoso. Más bien creo que se trató de esa “devolución de agravios” de que he hablado, con la concurrencia de la personalidad de doña Rocío. La prueba es que Vox ha tenido que pedir personarse como acusación particular en la causa contra quien haya mandado los sobres con balas, una forma de sacudirse la acusación y, a la vez, no se nos escapa, estar vigilantes por si hubiese habido gato encerrado en la historia.

Cabe también señalar que el error de la diputada abascalina ha consistido en ignorar la potencia de fuego de los medios afines a la izquierda, gubernamentales y paragubernamentales, y de que otros muchos, simplemente, se limitan a trasladar titulares en seguimiento de estos, cuestión que debe valorar alguien que no sea un aprendiz en política. Porque no es la verdad lo que cuenta, sino que es lo que se cuenta la verdad.

El caso es que, a partir de ese momento, pueden haber empezado a moverse votos, aunque no sabemos con qué intensidad: una mayor participación de la izquierda, alentada por la llamada “a luchar contra el fascismo”; tal vez el desistimiento de algunos votantes hacia Ayuso, por su negativa a establecer un “cordón sanitario” contra Vox; la movilización de algunos indecisos.

¿Lo suficiente para perturbar lo que hasta el momento era el seguro, o muy probable, gobierno de la derecha en Madrid? Nadie lo sabe, pero posiblemente.

En todo caso –y, sobre todo, si va a resultar así–, las palabras y la actitud de la diputada de Vox, han sido, como diría Joseph Fouché, más que un crimen, un error.

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