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Pilar Garcés

Bill y Melinda Gates lo dejan

Los mayores filántropos del planeta anuncian su divorcio

El dinero no da la felicidad conyugal, pero por fuerza suaviza su ausencia. Los divorcios acechan a las grandes fortunas, mas rara vez les dan caza. Después de la separación hace un año del hombre más rico del mundo, Jeff Bezos (Amazon), sin que haya peligrado su dorado podio por el reparto de bienes, ahora se anuncia la ruptura del cuarto hombre más rico del mundo, Bill Gates (Microsoft), con quien ha sido su compañera durante 27 años, Melinda. Los litigios familiares no suelen mover a los magnates del ranking de fortunas, o sea que aquí nadie va a dormir durante unos meses en el coche. Prueba de ello es el excéntrico Elon Musk (Tesla), que se ha casado tres veces, emparejado otras tantas y sigue de subcampeón de los multimillonarios. O Bernard Arnault (Louis Vuitton, Sephora...), tercero más rico, con dos matrimonios a sus espaldas. La famosa lista del dinero de “Forbes” sigue copada por los hombres. La primera mujer ocupa el lugar 17 (Françoise Bettencourt, L’Oréal) y la primera exmujer, MacKencie Scott, divorciada de Bezos, se sitúa en el 22. Así que seguro que los 12.000 millones de la fortuna de Bill y Melinda Gates se dividirán de manera conveniente para que ambos prosigan con su labor filantrópica en la mayor fundación privada de caridad del mundo dedicada a la salud global, el cambio climático y la lucha contra la pobreza. Eso han dejado traslucir en el comunicado en el que anuncian su cambio de tercio, motivado porque ya no «pueden seguir creciendo como pareja», después de haber hecho crecer estratosféricamente todo lo que han tocado. Poco espontáneo y nada romántico, cuentan que él le pidió matrimonio tras hacer una lista con los pros y contras. Tienen tres hijos adultos, una impresionante colección de arte, acciones en multinacionales de toda índole (solo una quinta parte de sus activos procede ya de Microsoft), casas y propiedades para aburrir, una capacidad de influencia que trasciende fronteras y una legión de detractores entre lo más variado del negacionismo.

La peor faceta de la separación de los Gates reside en que puede aportar alguna felicidad a los terraplanistas, magufos y esotéricos que llevan años acusando a la pareja de propiciar la vacunación contra las enfermedades graves en general, y contra el coronavirus en particular, con el propósito inconfesable de introducir chips en los cuerpos ajenos para robar información que después usarían para sus negocios. Miguel Bosé o Enrique Bunbury son algunos de los conspiranoicos que han acusado a Bill Gates de querer dominar el mundo, solo o en compañía de su mujer, quien a su vez ha recibido infinitas críticas por apoyar los anticonceptivos como forma de lograr la emancipación femenina. Estas teorías enajenadas solapan críticas más sólidas y fundadas a la pareja, por falta de transparencia en la elección de los proyectos que financian. En el comunicado de su divorcio, los filántropos distanciados prometen seguir cooperando por el bien de la humanidad. A expensas de saber cómo se repartirán su ingente capital, pues carecen de acuerdo prematrimonial, quienes tienen muy clara su parte del pastel son sus tres hijos. Recibirán diez millones de dólares cada uno para que puedan vivir sin preocupaciones y a la vez labrar su propio camino, mientras que el resto irá a la fundación.

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