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Cambio de tornas

La obligación del PSOE de tomar un nuevo rumbo tras las elecciones en Madrid

Las elecciones celebradas en Madrid han sido pródigas en sucesos políticos relevantes. Son muchos los aspectos de este proceso electoral que invitan a la reflexión. La apoteosis del fenómeno Ayuso, el ascenso de una izquierda posmoderna, la práctica extinción de Ciudadanos, son acontecimientos a tener en cuenta por lo que puedan significar en la política nacional. Pero la situación del PSOE, el partido que representa en nuestro país a la socialdemocracia europea, reclama con apremio un análisis frontal. La razón de esta urgencia no estriba solo en la cuantiosa pérdida de votos que ha sufrido, la cual viene a confirmar una tendencia general y merece un estudio más sosegado, sino también en la reacción elusiva escenificada por sus dirigentes y, sobre todo, en la repercusión del resultado en la acción del gobierno.

Tras la reunión de la ejecutiva socialista del jueves, el secretario de organización del partido anunció la renuncia de Ángel Gabilondo a su escaño, que había sido precedida por la dimisión del secretario general de la Federación Socialista madrileña. José Luis Ábalos se mostró muy seguro de que los resultados del martes no se repetirán en unas generales. Pero no expuso las conclusiones extraídas por la dirección del partido de la estrepitosa caída electoral. Ni ofreció siquiera una explicación preliminar del escrutinio, ni en sus palabras pudo percibirse un asomo de autocrítica. Otros miembros del gobierno no pudieron ocultar su perplejidad y tuvieron que plegar velas en su intención inicial de endosar públicamente la derrota de la izquierda a los electores. Esto pasaba mientras la prensa apuntaba a la responsabilidad del equipo de Moncloa en el diseño de la campaña del PSOE, ciertamente muy desacertada, que desperdició las virtudes más reconocidas del candidato, ganador de las elecciones hace menos de dos años y acaso el elemento más valioso de la oferta electoral socialista hasta que dejó de ser él mismo. El primer vapuleo, Gabilondo lo recibió de su propio partido.

El caso es que el PSOE se encuentra desubicado entre una derecha recia y un progresismo de nuevo cuño que florece dentro de las grandes ciudades. El entusiasmo izquierdista del ejecutivo español ha chocado en la capital. La amplia mayoría con que ha sido premiado el desenfado liberal del PP implica una gran lección para el gobierno de coalición. Y Podemos no ha sabido gestionar el capital político del 15M, pero Más País ha aprendido de su fracaso, pretende ser una izquierda pragmática y se identifica con la cultura postmaterialista de las generaciones jóvenes. Aún debe definirse y fortalecer su estructura organizativa, pero lo acompañan buenas expectativas. En efecto, la sociología electoral de Madrid es diferente a la del resto de España, aunque no tanto como la catalana. Cataluña sí es un microcosmos político particular. Allí el PSC recogió el voto a la deriva de Ciudadanos, en parte por el fuerte rechazo de los catalanes al PP, pero un trasvase igual no se ha dado en ninguna otra de las tres elecciones autonómicas celebradas en la presente legislatura, cuyos resultados no son alentadores para el PSOE.

El voto de los madrileños pone directamente en entredicho el liderazgo de Pedro Sánchez. La estrategia y el discurso de proteger a los independentistas y a la izquierda radical a cualquier precio, y de acorralar al PP, contaminándolo de prefascismo, ha provocado el efecto inverso al buscado. A la larga, la polarización suele decantarse del lado de los amantes del orden y la autoridad. El presidente del Gobierno ha evitado aparecer en público, señal de que ha acusado el golpe. Las primarias del PSOE andaluz no servirán para distraer a la opinión pública de lo más importante. En un momento crítico para el país, el gobierno depende de una incógnita, Podemos, un partido fosilizado, Ciudadanos, y de las conflictivas fuerzas del independentismo catalán. El PNV seguirá brujuleando.

La política española ha dado un bandazo en Madrid. Han sido unas elecciones en blanco y negro. En la nueva partida, al PSOE le toca jugar con negras. Si no quiere dejar un mal recuerdo de su paso por el gobierno en estos años, tendrá que cambiar de rumbo. La duda es si podrá hacerlo con Pedro Sánchez al timón, un político impositivo, inflexible, que no admite errores. A su alrededor crece la sospecha sobre sus objetivos, su estilo y su capacidad para dirigir al país. Para los españoles, definitivamente, la alerta ha saltado en Madrid.

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