La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Antonio Trevín

Lecciones de la contienda electoral madrileña

Las repercusiones de otro “terremoto político” nacional a partir de unas elecciones autonómicas

España cambió el martes noche. Últimamente pasa mucho. Cualquier elección, por regional que sea, se convierte en terremoto político.

Hace dos meses fueron las catalanas. El PP casi queda sin diputados. Pablo Iglesias reiteró su profecía: “la derecha tiene muy difícil volver a gobernar”. En España, se refería. Hoy sabemos que el que no volverá a gobernar será él.

Coincidimos en el Congreso. Y en nada más. Tenemos cultura política incompatible. Y una concepción de España irreconciliable. Pero logró institucionalizar a los indignados. Y le reconozco vastas lecturas, gusto para las series y una solvente formación académica. En dichas facetas ocupó la “pole position” entre los actuales líderes de nuestros partidos.

Hace año y medio, Íñigo Errejón, que lideraba un partido al que auguraban futuro brillante, se sumía en seria depresión. Solo él y su número dos por Madrid lograban escaño en el Congreso. Un auténtico fiasco. Hoy, tras el resultado en las autonómicas madrileñas, hay quien lo señala como el futuro de la izquierda española. Y él parece creérselo.

Debería estudiar los acuerdos entre partidos y “partiditos” de izquierdas, en los amaneceres de nuestra democracia, si aspira a prolongar su presencia institucional en la política española. Y no quedarse en “flor de un día”.

Mismo peligro, también, para Edmundo Bal y Arrimadas. Admiro su valor, su loable intento de transversalidad y moderación y me asombra su impericia estratégica. Rivera les dejó una herencia tan lastrada que siguen ofuscados por ella. Pedían el voto para, con él, votar a Ayuso. El personal atajó y la votó directamente. No tiene fácil subsistencia este centro, pero sería mala noticia su desaparición.

Monasterio ejerció la ira de dios (el suyo, no el de todos) a lo largo y ancho de la campaña. Blandiendo espada flamígera solmenó un ¡lárguese! a Iglesias y un ¡a por ellos! a todo aquel que mostró su desacuerdo con ella o con Vox. Su resultado, del que depende la gobernabilidad madrileña, demuestra que el gentío anda cabreado.

Se equivocó, como la paloma, Iván Redondo. Basó su estrategia en “La yenka”: “derecha, derecha, izquierda, izquierda, delante, detrás, ¡un, dos, tres!”. De la moderación al “Frente Popular”. De pretender liderar un gobierno progresista, centrado, sin U.P., a “democracia o fascismo”, con Iglesias. A la de dos, el pueblo de Madrid, desconectó. Más perdido que un besugo en el Sella.

Ganó MAR (Miguel Ángel Rodríguez). Por goleada. Le endosó, al jefe de gabinete de Moncloa, un “jorobu”. Lo engañó con una pretendida estrategia ideológica: “Libertad”, cuando en realidad trataba de las “cosas” de Ortega: la libertad de los negocios abiertos, del remedio contra el miedo a Pablo, de la recuperación de nuestras vidas. Cabreó incluso a Lastra, vicesecretaria general del PSOE: se “ha cargado al partido”, comentó con destacados dirigentes del partido. Las urnas le dieron la razón.

MAR diseñó una inteligente campaña a Ayuso. Consciente de sus notables dotes de actriz, tomó buena nota de lo dicho por Fernand Leger en 1924: “Nunca hubo una época tan ávida de espectáculo como la nuestra. Este fanatismo, está necesidad de distracción a cualquier precio, son la reacción que necesitamos contra esta vida que llevamos, tan dura y llena de privaciones”.

Y ella no le decepcionó.

Compartir el artículo

stats