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Anxel Vence

Carreteras de pago, como en el Medievo

Allá por la Edad Media era frecuente el cobro de un impuesto de portazgo que daba derecho a transitar por los caminos; y hasta no hace mucho existieron fielatos en los que era imprescindible abonar una tasa de acceso a las ciudades.

El actual Gobierno, que es progresista, no ha querido ir tan atrás y, de momento, se limitará a cobrar a los automovilistas (y acaso también a los ciclistas y usuarios de patinetes) un canon por el uso de cualquier carretera. Avanzamos firmemente hacia el futuro con la técnica del cangrejo.

Nada tiene de original esta medida. La tomó hace ya más de diez años en Portugal otro gobierno –también socialdemócrata– presidido entonces por José Sócrates, que ya en su apellido denotaba la sabiduría de cualquier medida que adoptase.

Más moderados, nuestros amigos portugueses se limitaron a aplicar el canon a las autovías, consintiendo sin embargo la circulación gratuita por las carreteras.

El presidente Sánchez ha ensanchado la idea al hacer de pago obligatorio toda la red viaria. Vaya usted por donde vaya, sin pagar no ha de escapar. Se ignora si una disposición tan audaz podría atentar contra la libertad de circulación de las personas motorizadas en España, aunque tal vez haya que considerarlo. Doctores tiene el Estado que sin duda sabrán discernir si estos pagos por desplazamiento limitan o no los derechos de movilidad establecidos por la Constitución. Quizá el Gobierno considere que las restricciones temporalmente impuestas por la epidemia ya han acostumbrado a los ciudadanos a resignarse, aunque nunca se sabe.

Disquisiciones jurídicas aparte, el cobro por circular (ya gravado por al menos dos o tres impuestos) planteará otros problemas de tipo práctico como, un suponer, la modalidad de pago. Habría que instalar garitas de peaje en autovías y carreteras, con la correspondiente dotación de personal, de modo que bien podría suceder que la plantilla se comiera los ingresos obtenidos. Al menos en el caso portugués, que nos sirve de ejemplo, los resultados no fueron todo lo prometedores que en principio parecían. El Gobierno del país de al lado, que no estaba para gastos, decidió ahorrarse las estaciones de cobro de los peajes, con lo que se produjo una enorme confusión entre los que, aun queriendo pagar, no sabían cómo hacerlo. Ahora parece que lo van arreglando.

Sánchez lleva años buscando inspiración en el modelo de Portugal, lo que invita a conjeturar que también aplicará aquí el sistema de arcos inteligentes para el pago de los peajes. Cierto es que ese método acarrea algunos trámites enfadosos para el automovilista, que deberá hacer acopio de tarjetas de prepago si no quiere gastar dinero en la compra de instrumentos electrónicos; pero a todo se hace uno.

La única esperanza para los contribuyentes reside en que la aplicación de esta medida se haya dilatado a futuro. No será ahora, sino en el distante año 2024 cuando empiece el cobro del nuevo impuesto. De aquí a entonces pueden haber llegado nuevas epidemias, seísmos, guerras comerciales y otros sucesos que obliguen a dejar el asunto para más adelante. Y ni siquiera es seguro que para entonces gobiernen los mismos que acaban de enviar esta sorprendente promesa de recaudación medieval a Bruselas.

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