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Necrológica

¿Y ahora qué, Javi?

Adiós al dramaturgo Javier Villanueva

Me piden unas líneas y aunque por doler, me duele hasta el aliento, intento aferrarme al teclado como tú te aferrabas al bolígrafo en aquellas “largas cabalgadas” de escritura al atardecer en tu estudio, en tu Rebollal del alma.

Ay, Javi... Esta vez no hubo lectura previa. Ni trabajo de mesa. Ni ensayos. Ni nos dio tiempo a hacer un pase “a la italiana”.Tú que me enseñaste que entre lo más difícil en teatro estaba guardar los silencios, qué bien has sabido guardar el tuyo hasta el final. Tú, el más grande rugido,/ callado, y más callado, y más callado. ¿Y ahora qué? ¿Cómo sabré por dónde tengo que salir a escena cada día? ¿Quién me explicará el subtexto de lo que queda de función?

Siempre que tenías ocasión decías “Yasmi es el alma mater de Teatro Pausa”. Lo hacías con orgullo, presumiendo de mí por donde ibas y ante quien fuera. Me cuidaste siempre. Me protegiste siempre. Estuviste siempre para mí y para los míos. Y yo, que crecí al teatro y a la vida a tu lado, que te debo mucho de lo que soy, lo confieso: jamás pensé que nos faltarías. Jamás tan pronto. Estaba segura, ya ves qué ingenua, de que ya iba quedando menos para reencontrarnos tras este tiempo tan cruel. Estaba convencida de que tu casa volvería a estar abierta siempre como un abrazo. Y de que llegaría el tiempo de descorchar el vino y de llenar las copas. Y de preparar la mesa. Y de encender el fuego y el cariño.

Qué despedida más dura. Cuánto me duele ya tu ausencia. Cuánto me duele El Rebollal y tu familia, que es la mía. Cuánto me dueles tú y todos esos homenajes y reconocimientos tan necesarios y tan merecidos que van a llegar, pero que llegarán tarde –qué inmensa deuda tienen el teatro asturiano y las instituciones contigo– y a destiempo. Cuánto me duele estar escribiendo esto por mucho que quiera creer que solo estás haciendo una pausa y que cuando me siente en la corbata del escenario será tu voz la que resuene desde el patio de butacas. El mismo patio de butacas desde el que hoy, todos los que formamos parte de tu querida compañía, te aplaudimos. De pie y rompiéndonos las manos.

Gracias desde siempre y para siempre, Javi. No sabes cómo te echa ya de menos aquel viento del bosque...

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