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Lo que hay que oír

Francisco García Pérez

Sin taxis para la EBAU

El Club de los Ofendiditos, la lata de las tildes y otras píldoras lingüísticas

Estoy en casa, leyendo un libro en voz alta (arte que mucho practico). De pronto, mi “Brel” comienza a ladrarme, enfadadísimo. Asustado por su gruñidor cabreo, repaso el párrafo que tanto lo alteró… y no tengo otra que darle la razón. Es de un libro sobre lingüística y reza así: “Los actos ilocutivos producidos en un mitin político son aserciones exentas del requisito de verificación”. Ole y ole. Qué manera de escribir, que himalaya de dicción, qué gramático más gramático ha de ser quien así redacta. Recuerdo al Maese Pedro del Quijote y modifico un dicho suyo solo un pelín y para examinandos de la EBAU: “Llaneza, muchachos; no os encumbréis, que toda afectación es mala”.

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Me envía un colega –dramaturgo hoy, escritor siempre, oficial de mi personal y ficticia Armada, grande amigazo– el titular que sigue, escrito como sigue, con la tilde tan rotunda como fuera de lugar: “Con arte en el cuerpo y música en los piés”. Vaya. Oigamos a los superacadémicos: Las palabras de una sola sílaba no se acentúan nunca gráficamente, salvo en los casos de tilde diacrítica (de y dé, el y él, mi y mí, tu y tú… pero eso sería otra historia). Oigamos a mis supertroles: ¿Acaso tú estás libre de erratas, so listo? No, qué voy a estarlo: hasta las confieso y propago mi culpa por ellos. Pero quiero ayudar a los estudiantes de EBAU, nada más.

Esa costumbre de requeteacentuar se extiende imparable en determinadas palabras que no llevan tilde en singular pero sí en plural. Cansado estaba de explicar en clase que joven o examen no se tildan (por la misma razón que tampoco lo hacen Carmen, difamen, amen, relamen…): palabras llanas que terminan en “–n”. Sin embargo, debo escribir exámenes o jóvenes, sus plurales, pues ya son palabras esdrújulas. O sea, que buen examen tengáis, chavalotes, y buenos exámenes… y buenos pies para apoyaros.

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A ver: no es lo mismo la sintaxis que el análisis sintáctico. No es lo mismo la sangre que el análisis de sangre. La una, indispensable; el segundo, aconsejable para mejorar la calidad de la anterior. Pero que en la EBAU se siga puntuando tan alto el análisis sintáctico en comparación, por ejemplo, con las lecturas y su comprensión, me parece, pareció y parecerá injusto, pernicioso y hasta un sindiós, qué caramba.

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“El Aula Today”, ese irónico y divertidísimo diario online que cuenta la actualidad educativa con mucho humor y buen rollo “para profes y estudiantes dispuestos a reírse de sí mismos”, juega a decir que la Real Academia Española ha anunciado la obligatoriedad de señalar en los análisis sintácticos el CCOI ─el “Complemento Circunstancial de Ofensa Imperdonable”, indicando asimismo a qué colectivo ofende. En efecto, basta entrar en Twitter para ver que todas las frases y oraciones que decimos o escribimos ofenden a alguien. “Por ello, el CCOI permitirá que todos los colectivos ofendidos se vean representados en nuestra lengua”. Por ejemplo, en “Juan come un filete” se ofende a quienes no se llaman Juan, a quienes comen en vez de degustar, a los veganos… Suscribo totalmente la propuesta, que vivan el Club de los Ofendiditos y el CCOI.

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Encargué a uno de mis nietos una redacción sobre el muy poco original tema “Una tarde en el campo”. Me la entrega enseguida, pero con más tildes que ofendiditos hay en el mundo. Ya desde el título: “Úná tárdé én él cámpó”. Lo miro extrañado: “¿Y esto?” Me mira con aceradísima ironía: “Es que como siempre estás dando la lata con eso de las tildes y los acentos que tanto parece que te gustan pues te he puesto mogollón”. Le hice un regalazo.

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Pedazo de palíndromo me llega esta semana desde el email de mi amigo invisible. Treinta y siete letras, ahí es nada. Vean: “Ser o no ser: a eso acá va la vaca. O sea: res o no res”.

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