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Y el cuerpo se hizo arte y habitó entre nosotros…

Un reconocimiento a una creadora que rompió convenciones y elevó de categoría la performance

En abril del 2012 Marina Abramovic, dirigida por Robert Wilson, estrenaba en el Teatro Real de Madrid “The Life and Death of Marina Abramovic”, una obra de difícil clasificación, a medio camino entre la ópera, la performance, la danza y la palabra. En su papel de narrador de las distintas escenas de la pieza, el gran Willem Dafoe, con una presencia escénica inescapable, nos iba introduciendo, a quienes tuvimos la suerte de estar presentes, en los elementos biográficos que subyacen en la trayectoria de la gran artista serbia, de tal modo que Abramovic, tan inquietante como perturbadora, tan enigmática como gigantesca, se convertía con el paso de los minutos en una mujer a la que podíamos entender, profesional y emocionalmente, incluso para quienes nunca antes habían entrado en contacto con su compleja práctica artística.

El arte performance no es, ciertamente, para todos los públicos. Muchas de las obras de Marina Abramovic son duracionales y exploran los efectos del paso del tiempo (horas, días, semanas, incluso meses) sobre el cuerpo de la artista. En otras ocasiones, objetos punzantes, tales como cuchillos y tijeras, se clavan real, simbólica o potencialmente, en su piel. Con frecuencia la frontera entre el exterior y el interior del cuerpo se rompe, y los fluidos normalmente abyectos (como la sangre o la saliva) pasan a ocupar el centro de la obra, convirtiéndose en dignos portadores de la expresión artística. La trayectoria profesional de Abramovic está repleta de piezas que en su momento rompieron los umbrales de tolerancia del dolor, exploraron la resiliencia física, mental y emocional, y trastocaron, profundamente y para siempre, las expectativas del público sobre lo que es una obra de arte.

Sin duda la concesión del Premio Princesa de Asturias de las Artes a Marina Abramovic reconoce a esta gigantesca artista serbia como la mujer que elevó la performance a la categoría de arte. En un tiempo en el que se ha impuesto la distancia física y social, debemos celebrar que el cuerpo hecho arte sea reconocido con este importante galardón. Que la piel, la sangre, el sudor y los demás fluidos corporales habiten entre nosotros y adquieran voz en el texto de la vida una vez más.

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