Marina Abramovic es una artista valiente y comprometida. Su trabajo me enseñó a comprender el complejo mundo de la perfomance, disciplina a través de la cual se expresa habitualmente y mediante la cual se puede conocer el comportamiento humano, al mismo tiempo que refleja nuestra sociedad. Esto ya nos lo mostró en su obra “Ritmo 0” (1974): ante un ser pasivo actuamos con violencia, lo mismo que hacemos ahora detrás de nuestros teclados sentados en el sofá. Poco hemos cambiado.
La artista serbia utiliza la experimentación y el fracaso como parte del proceso para el cambio y la transformación, como si de una científica se tratase. Abramovic ve el arte como un proceso transformador de uno mismo a través de la consciencia que le sirve para explorar sus miedos y enfrentarse a ellos.
Bajo la denominación de “The Other”, Abramovic y Ulay realizaron numerosos trabajos corales en los que sus cuerpos –siempre juntos, vestidos de la misma forma y con un comportamiento similar– sumaban sus energías y creaban espacios adicionales para la interacción con el público experimentando el amor y la confianza en el otro.
Esta relación personal y profesional tan intensa termina de la forma más bella imaginable. En 1988 Ulay y Marina desarrollan el proyecto “The Lovers: The Great Walk Wall”. Ambos parten desde los extremos opuestos de la Gran Muralla China, atravesarla durante tres meses para encontrarse en el punto medio, darse un abrazo y no volverse a ver.
En el año 2013 el documental “The Artist Is Present” me dejó impresionada y muy emocionada. Sólo quería estar sentada en esa silla y tener la suerte de vivir esa experiencia, con Marina Abramovic justo enfrente, siendo observada por ella y por el público y sintiendo la energía que produce el silencio absoluto bajo un escenario impecable.
