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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

La prensa está sobrevalorada

Los políticos tienden a culpar a los medios de comunicación de sus propios fracasos

Tras acabar la guerra civil norteamericana, el capitán confederado Jefferson Kyle Kidd se gana la vida leyendo las noticias de los periódicos de pueblo en pueblo. Lo que comienza como un inofensivo entretenimiento para pueblerinos analfabetos acaba convirtiéndose en un arma poderosa. Kidd ha de enfrentarse a una banda acantonada en su condado y empeñada en “limpiar” de intrusos su territorio. El cabecilla contrata a Kidd con una condición: que lea solo las noticias que favorezcan sus intereses. Kidd hace caso omiso y decide leer una historia incendiaria sobre un grupo de mineros que se rebelaron contra un jefe tiránico que los esclaviza hasta el punto de sacrificar sus vidas por un puñado de carbón. Los sicarios de la banda ven reflejada la historia de su propio sometimiento en aquel relato. Se sublevan y acaban por derribar a su cabecilla. Es una de las historias de la magnífica película “News of the World” (Netflix, 2020), dirigida por Paul Greengrass y protagonizada por Tom Hanks.

La ejemplar fábula sobre el poder de la prensa es solo eso, una fábula. Las historias que cuentan los periódicos son poderosas, no hay duda. Pero no tienen tanto poder como hoy en día nos quieren hacer creer. Ni los medios hemos divinizado a Ayuso, ni hemos echado a Pablo Iglesias de la política, ni hemos convertido Madrid en la capital de la gloria de las derechas. Y tampoco hemos matado a Manolete. Solo dimos cuenta de ello.

A Ayuso la han divinizado los 1.620.213 votantes a los que sedujo su propuesta. A Pablo Iglesias le ha echado de la política el hecho de que, pese a tenerlo todo a favor, le votaron decenas de miles de votantes menos que a Vox. Y a Manolete lo mató un toro llamado Islero o, si acaso, se mató a sí mismo por arrimarse en exceso.

Demos la vuelta al argumento de quienes creen decisiva la “brutal campaña de acoso y derribo” de la prensa. Por idéntica razón, se debería atribuir a esa misma prensa haber conseguido que el Más Madrid de Mónica García y Errejón diera el sorpasso al PSOE de Gabilondo y Sánchez. ¿Alguien recuerda un especial encariñamiento de la prensa con Más Madrid? Tampoco a nadie se le ocurre culpar a la prensa del batacazo de Ciudadanos, tan mimado por cierto en muchas redacciones.

La culpa de los malos o buenos resultados en Madrid es de los errores o aciertos de los propios candidatos, y de la decisión soberana de los votantes, mucho más preparados de lo que creen quienes les insultan. Los votantes de hoy nada tienen que ver con aquellos analfabetos a los que conseguía sublevar el capitán Kidd en “News of the World”.

Los políticos, cuando les interesa, tienden a confundir a la prensa con las redes sociales. El linchamiento –y no solo a los políticos– no está hoy más que en algunos medios testimoniales y en el gran griterío de las redes sociales. Sí, esas mismas redes sociales que los partidos que hoy lloran ayer presentaban como una gran oportunidad para llegar directamente al pueblo sin pasar por el tamiz de la prensa, doblegada, según ellos, por la banca y el Ibex. Esas mismas redes sociales que manejaban con maestría aquellos jóvenes políticos convertidos en community managers.

La prensa española de hoy, cuya grave crisis de audiencia y credibilidad a nadie se le escapa, no es más poderosa que aquella que tuvieron que padecer Adolfo Suárez en los años ochenta; Felipe González, en los noventa; Zapatero, en la primera década del siglo XXI; o Rajoy, en el segundo decenio. ¿Ya se nos han olvidado las acusaciones al “asesino” de La Moncloa? ¿Ya se nos ha olvidado el expresivo “Luis sé fuerte”? ¿Ya se nos ha olvidado que a Aznar se le responsabilizó del atentado del 11-M con su seguidismo de Bush?

Nadie agradeció, en cambio, a los periódicos haber destapado los casos Gal, Filesa, Gürtel, ERE, Púnica, Bankia… Casos, por cierto, que no fueron descubiertos precisamente por los partidos ni por las redes, y que supusieron decisivos vuelcos electorales.

Visto lo visto tras las elecciones de Madrid, da la sensación de que la nueva clase política española tiene la piel muy fina, Y, ante el fiasco electoral, no tiene más recursos que atribuir su fracaso a la ignorancia de los votantes o al ensañamiento de la prensa. No hay excusa más cínica y soberbia que esa que reza: “los españoles no están preparados para nuestras políticas”.

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