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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Cuentos para no dormir

Estreno de una sobrecogedora tragedia que puso en pie a todo el teatro Palacio Valdés

En un momento dado, Nadia, la protagonista de “El mago” de Juan Mayorga, se lamenta: “Hay mucha realidad aquí dentro”. Eso mismo le pasa a Katurian (Belén Cuesta), la escritora de cuentos que escucha los lamentos de su hermano a través de las paredes. Una cede a la hipnosis y la otra, a los cuentos. Cuentos crudelísimos, cuentos para no dormir, cuentos para sufrir y masticar el exceso de realidad. Katurian es el personaje central de “El hombre almohada”, la tragedia que ha versionado y dirigido David Serrano cuyo estreno nacional acogió antes de anoche el teatro Palacio Valdés, sobrecogió al personal y, al final, le puso en pie como en un efecto de catarsis: que no me venga la sangre tétrica, que se tiene que quedar allí, sobre esa escena cubierta con un telón de plástico, bajo una cúpula industrial, una escenografía angustiosa de Ricardo Sánchez Cuerda.

Todo da mucho miedo en “El hombre almohada”, pero al final igual no. Y así uno sale feliz a la calle después de haberse roto las manos dando palmas. Hacía tiempo que no me pasaba. De verdad. Es extraordinaria: por el texto, por el director y por esos cuatro actores plenos de gloria. Que no exagero, que no soy de exagerar.

“El hombre almohada” es una obra maestra del dramaturgo angloirlandés Martin McDonagh, que tiene otras (“Escondidos en Brujas”, “Siete psicópatas”). La estrenó en Londres en 2003, pero la tenía medio hecha en 1995. Su protagonista principal, entonces, fue David Tennant, que cuando es el Doctor Who es inquietante y que cuando da vida al Hombre Púrpura, acongoja. David Serrano ha cambiado de sexo al protagonista y lo ha hecho para que Belén Cuesta salga a escena con el sosiego de la creadora y desaparezca con la angustia de la víctima de sus creaciones. Belén Cuesta es superlativa, lo es también Ricardo Gómez (Michal, el hermano cabrón o medio ido), y lo son además los dos policías (Manuela Paso y Juan Codina), que parecen hermanos gemelos de los sicarios de “Escondidos en Brujas”. McDonagh escribe un cuento de hadas tan sangriento como la Cenicienta (las hermanastras se cortan el pie para que quepa en el zapato de cristal), pero esas hadas son hombrecillos con puñales. Serrano monta una tragedia con las armas del naturalismo, pero quizá sólo sea un sueño, un cuento, un tiro en la nuca.

La tragedia mezcla los relatos de Katurian con un interrogatorio con dos policías con problemas: uno los asume y el otro quiere escapar de ellos. Porque hay mucha realidad en este mundo y toda ella la ilumina, como el río del infierno, Juan Gómez Cornejo. Y todo, mientras no deja de sonar una banda sonora inquietante de Luis Miguel Cobo, el de las últimas “Criadas” o el de “Una vida americana”. Miedo del guay.

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