La nueva normalidad acarrea el retorno de viejos problemas. La vuelta al colegio el próximo curso con más alumnos en las aulas pone en riesgo el empleo de más de setecientos profesores que en Asturias fueron contratados durante la pandemia para hacer frente a grupos más reducidos de estudiantes a cuenta de los condicionantes sanitarios. Los profesionales de la enseñanza, tan denostados en tantas ocasiones, han hecho durante meses un esfuerzo ciclópeo para atender a sus pupilos en unas condiciones de estado de sitio escolar. La puesta en marcha de “aulas covid” supuso un reto del que, en líneas generales, el sistema ha salido airoso, pues el número de contagios en los centros de enseñanza y los cierres de aulas han resultado porcentualmente intrascendentes. Que la normalidad vuelva a las aulas el curso venidero es la mejor noticia educativa, pero también lo sería que la ratio de alumnos se redujera y la mayoría de esos profesores pudieran seguir al pie del cañón. En este país y en este momento faltan científicos, pero también magisterio.
Lo que no cambia, cuando parece que el país empieza a embridar al covid a golpe de vacuna, es la dejadez del Gobierno en asumir sus responsabilidades. El Estado se desentiende y deja en manos de las comunidades autónomas decidir si se vuelve o no a las ratios previas a la pandemia, aunque pide un esfuerzo por mantener los contratos de los maestros que fueron llamados por vía de urgencia para atender las necesidades de este curso atípico. Si se considera, como así parece, incuestionable mantener el número actual de maestros, que la Administración central asuma ese coste. Si se lava las manos, al menos que pague.
