La legislatura asturiana llega al ecuador. Desde el pasado domingo, cerca de medio centenar de expertos de diversos campos han realizado en LA NUEVA ESPAÑA el balance de lo que han sido estos dos primeros años de mandato. El repaso a los logros y los fracasos concluye hoy con un último análisis en clave parlamentaria. Ha sido un periodo muy atípico. El inédito desafío del coronavirus apenas dejó margen para pensar en objetivos distintos a los sanitarios. Pero, con los indicadores en la mano, podemos proclamar que lo peor queda atrás. El tiempo que le resta al Gobierno socialista para relanzar la región y dotarla de voz propia será el de su auténtico examen, el que determinará la verdadera talla que sea capaz de dar. Los hechos han de acompañar a las palabras. No ha sido así hasta la fecha. 

Un notable en la gestión de la crisis sanitaria. Un insuficiente en el diseño de un modelo alternativo de región y en el traslado al Gobierno central de la importancia del delicado periodo que atraviesa Asturias. En síntesis, esas son la mejor y la peor nota que merece el Gobierno de Barbón en sus veinticuatro primeros meses, según el criterio de diversos analistas de cuyo testimonio han tenido constancia los lectores en estas páginas la última semana.

El Principado ha frenado los contagios. Con altibajos. Las condiciones de partida eran desfavorables por el envejecido perfil demográfico. Atravesamos etapas duras, pero el comportamiento fue aquí comparativamente benigno gracias a la apuesta durante años por mantener el estado del bienestar. A la economía, en cambio, la sostienen respiradores artificiales. Esta es la asignatura que se atraganta sistemáticamente desde el inicio del declive, con la liberalización y el desmontaje de los andamios proteccionistas, la reducción del intervencionismo y el retroceso del carbón. La falta de dinamismo marca como una barrera insuperable el devenir de un territorio que crece por debajo de la media nacional desde hace setenta años.

La primera reconversión, obligada por unas fábricas obsoletas y de tamaño sobredimensionado, laminó miles de puestos de trabajo, aunque fortaleció sectores viables como el naval y la siderurgia. La segunda acabó con la minería sin costes traumáticos gracias a unas generosas prejubilaciones, pero con un radical empobrecimiento laboral. Ahora asoma un tercer ajuste autoimpuesto por los gobernantes para adoptar energías verdes y procesos limpios con criterios tan categóricos que a veces rayan el quijotismo y consecuencias desconocidas sobre la viabilidad empresarial y el precio de la electricidad. Los asturianos se la juegan.

Junta General del Principado. LUISMA MURIAS

El Principado lleva décadas a remolque, volcando más el esfuerzo en restañar heridas y conservar lo existente que en generar expectativas de progreso con proyectos novedosos. La Administración es ahora mismo el principal empleador, con 42.000 personas en plantilla. Su reforma, inexcusable para salir adelante, va más lenta de lo deseable. Ciertamente una misión ciclópea no termina en una tarde. Pero cuanto más se acerca el fin de la legislatura menores serán las ganas de acometerla. Exige decisiones impopulares que los políticos no tomarán con urnas a la vista.

La bochornosa tasa de paro en menores de 25 años, solo comparable a las zonas más desertizadas de Italia y Grecia, hace de opositar o emigrar la única alternativa para miles de jóvenes. La gran revisión tributaria que cuadre las cuentas sin extorsionar a los de siempre, ni agraviar a los asturianos frente al resto de españoles, sigue en el aire. Curioso caso el de la responsabilidad fiscal, solo reclamada para subir impuestos. Urge pensar en el reequilibrio comarcal: 23 concejos tienen amenazada su existencia, alerta el Banco de España. La conexión entre los ejecutivos central y autonómico ha sido débil e intermitente a la hora de visibilizar en la Moncloa la realidad asturiana. La relevante posición de la asturiana Adriana Lastra y la afinidad con Pedro Sánchez, grandes bazas publicitada por Barbón en las elecciones que le auparon, no rebasan la formalidad gestual. De todas las divergencias de criterio, ora por los lobos, ora por el estatuto electrointensivo, ora por los peajes, el Principado sale escaldado. Esta misma semana la ministra Ribera descartó más ayuda a la industria regional por el coste indirecto del CO2.

La conclusión de la pandemia debe marcar un cambio de ciclo y una profunda revisión de las políticas públicas. Conocemos de dónde venimos, ¿sabemos hacia dónde vamos? Con el lastre de dos debacles consecutivas a la espalda –la recesión de 2018 y el covid– y deficiencias estructurales cronificadas, Asturias necesita iniciativas valiosas que la rescaten del pozo y una visión de conjunto para definir su orientación. Una hoja de ruta de transformaciones, en definitiva, y no más parches, que le otorgue voz propia, revolucione su motor para crear riqueza, recupere talento y atraiga empresas por centenares. Ideas consistentes para ello existen. Algunas quedan explicitadas en el simbólico fielato de mitad de mandato y muchos ciudadanos, incluso socialistas, las vienen expresando con asiduidad en artículos y escritos en este periódico. Para aprovecharlas sobra retórica y faltan liderazgos.