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¿Surgirá la próxima pandemia de una granja de aves?

Un nuevo sospechoso en el punto de vista sanitario: el virus H5N8

El H5N8 es un subtipo del virus de la influenza A (gripe aviar) altamente letal para las aves silvestres y de corral que hasta ahora nunca había estado presente en humanos. Pero solo hasta ahora, porque el pasado 20 de febrero las autoridades de Rusia informaron que siete trabajadores se habían infectado en un brote del virus ocurrido una granja avícola del sur del país. Aunque estos siete casos humanos se notificaron como leves o asintomáticos, los epidemiólogos sabemos muy bien que el salto por primera de vez de un virus de animales a humanos marca una fase crucial en la evolución del agente y, por tanto, dibuja una perspectiva epidemiológica completamente distinta del proceso evolutivo.

El virus de la influenza aviar altamente patógena A (H5N8) empezó a circular en aves europeas en 2014 y desde entonces ha afectado a millones de ellas y ha producido grandes brotes en granjas avícolas. A partir de ese año se han venido produciendo exposiciones en trabajadores de esas granjas, más de 12.000 contactos con humanos, especialmente durante el proceso de matanza de las aves. Pero no se había notificado ningún caso de transmisión a humanos desde la introducción del virus en Europa en 2014.

Ilustración de Pablo García

Ahora el panorama es distinto y, aunque el riesgo es bajo para los trabajadores avícolas y muy bajo para la población general, sin duda estamos en otra fase. Es cierto que, por el momento, el virus parece estar adaptado solo a aves y no a los mamíferos y que los casos ocurridos en humanos han sido asintomáticos o benignos, pero el hecho de que se haya producido el salto a humanos marca el inicio de su fase de pruebas de mutaciones durante la cual el virus ira intentando, mediante ensayo y error, encontrar una configuración genética que le permita transmitirse adecuadamente entre humanos. Este es un resultado que a veces ocurre y a veces no, pero cuantos más contactos con humanos tenga el virus ocasión de mantener, mayor serán sus posibilidades de encontrar el código adecuado para la transmisión de humano a humano.

Por el momento, han saltado todas las alarmas y las infecciones en humanos tienen que ser notificadas en 24 horas al Sistema de Respuesta y Alerta Temprana (EWRS) y los centros de vigilancia establecidos por la OMS en el Reglamento Sanitario Internacional. El refuerzo de la vigilancia epidemiológica y la extensión del uso de la secuenciación del genoma del H5N8 ya se han puesto en marcha en Europa y la experiencia que hemos tenido con el SARS-CoV-2 y su impacto como pandemia de COVID-19 debería habernos enseñado que la vigilancia y la preparación en salud pública no pueden improvisarse.

Pero, colateralmente, este episodio del nuevo H5N8 pone sobre la mesa el problema de la cría industrial de animales para consumo humano, especialmente de aves y cerdos, y del riesgo que implican las explotaciones masivas y unos circuitos de distribución alimentaria cada vez más largos y globales. La probabilidad de pandemias ha estado aumentando desde que, en los años 70, el modelo productivo de las granjas de pollos y cerdos del sur de Estados Unidos se exportó al resto del mundo y también desde la liberalización del sistema productivo de la industria agroalimentaria de países como China que ha multiplicado por diez su producción avícola, de 1,6 millones de toneladas en 1985 a 15.8 millones de toneladas actualmente. Lo cierto es que, si no se introducen modificaciones en la ganadería industrial y la cría intensiva de animales para alimentación humana, el riesgo de una nueva pandemia es alto. Rob Wallace, el biólogo y filogeógrafo de salud pública, lo ha explicado magníficamente en su libro “Grandes granjas, grandes gripes”.

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