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Javier Fernández Lanero

Los retos sindicales

Tras el proceso de congresos en UGT

Apenas terminado el proceso de congresos en UGT, comenzamos la nueva etapa en una situación económica y social muy difícil; con muchas reformas pendientes por hacer por parte de los Gobiernos y, así, con un montón de importantes retos sindicales.

Los retos sindicales

En primer lugar, los ERTE, que son un instrumento fundamental para evitar el cierre de las empresas y, por tanto, para el mantenimiento del empleo; por eso lo coherente es renovarlos hasta que hayamos recuperado la normalidad funcional en la actividad.

El Gobierno, a través de su ministra de Trabajo, volvió anunciar en nuestro congreso confederal la derogación de la reforma laboral, sin darse cuenta de que no necesitamos anuncios, sino realidades. Esta derogación está en el programa de electoral y de gobierno y su retraso está perjudicando gravemente a muchos trabajadoras y trabajadores. Además, por desgracia, es el instrumento que va a utilizar la banca para intentar despedir próximamente a miles de personas.

De la misma manera que necesitamos subir ya el Salario Mínimo Interprofesional. El Gobierno mantiene el compromiso de situarlo al final de la legislatura en el 60% del salario medio, tal y como establece la Carta social europea. Pero si ahora no son capaces de subirlo ni un solo euro, no resulta creíble que en dos años que quedan de legislatura lo puedan incrementar 250 euros hasta llegar a los 1.200, que sería la cifra a alcanzar para cumplir el compromiso.

Además, necesitamos rescatar a las personas, porque la pobreza ha aumentado exponencialmente, tal y como se ve reflejado en las colas del hambre. Esto se hace complementando aquellos ERTE que no dan para vivir –muchos apenas llegan a los 400 euros–, y flexibilizando los requisitos para tener derecho al Ingreso Mínimo Vital, de manera que éste pueda llegar a más personas. Urge también un plan de choque para el empleo juvenil, así como medidas de fomento del empleo para las personas mayores de 45 años.

Tenemos también que apostar por nuestros servicios públicos, y esto no se hace con palmadas en la espalda, sino dotando de más recursos a nuestros sistemas educativo, sanitario y de dependencia. Además, es preciso acabar con la temporalidad en nuestra Administración. Y hay que rejuvenecer las plantillas y reducir las ratios en las aulas. Obtendremos más recursos para invertir en lo público con una reforma fiscal integral que acabe con la economía sumergida y se base en impuestos directos, para que pague más quien más tiene.

En otro orden de asuntos, tenemos que parar la gran cantidad de muertes por accidente laboral. Nunca son justificables, pero menos ahora, con la reducción de la actividad que ha traído consigo la crisis sanitaria. Así, urge un Pacto de Estado contra la siniestralidad laboral y reformular el papel de los servicios de vigilancia de la salud.

Llevamos, además, demasiadas muertes por violencia de género. Debemos acabar con la desigualdad, cuya evidencia es la brecha salarial, y para ello hay que exigir que se firmen los planes de igualdad como manda la ley; y que se publiquen los registros salariales de las empresas. También que el plan de corresponsabilidad firmado en la concertación regional sea una realidad.

De igual modo, en el último año se han registrado demasiadas muertes de personas inmigrantes, por lo que seguiremos exigiendo, en España y en Europa, que en vez de dedicar tanto tiempo y esfuerzo en bloquear las fronteras, los recursos se dediquen a proteger los derechos humanos y a poner en marcha políticas de desarrollo en los países de origen y medidas de integración en todos los estados de la Unión Europea.

Asturias es industria y, si no, no será nada; por eso estamos en emergencia industrial y de movilizaciones para exigir un Plan industrial para nuestro país, que tiene que incluir un Pacto de Estado por la energía y un Plan especifico para Asturias que contemple su singularidad en materia energética y de industria electrointensiva. Todo ello dentro de una transición justa. Y, desde luego, la estrategia industrial de Asturias que se está elaborando actualmente tiene que bajar más al terreno, con medidas concretas, no quedarse en conceptos teóricos. En los próximos meses tenemos que afrontar la renovación de la concertación regional, que habrá de incidir más en medidas que protejan y rescaten a las personas y, por descontado, dar solución a aquellas acciones que están en la concertación actual y que no acaban de ponerse en marchas como son, entre otras, la formación profesional dual con contrato y las cláusulas sociolaborales.

Los fondos europeos son una oportunidad para Asturias que hay que aprovechar, y UGT exige que todos los proyectos que tanto el Gobierno como las empresas presenten, respondan a la Asturias del futuro. Tienen que generar empleo, ser tractores de actividades, vertebradores del territorio y otorgar un papel importante a la microempresa para que no quede descolgada. Y, además, la Administración debe garantizar que el acceso de las empresas a los fondos para la transformación digital y la eficiencia energética no traiga consigo destrucción de empleo.

En definitiva, son muchos retos y deberes pendientes en tiempos difíciles, pero que también una oportunidad para hacer las cosas de otra manera, cambiando nuestro modelo productivo, llevando un control público de sectores estratégicos y poniendo en el centro de todas las políticas a las personas.

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