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Javier Morán

A divinis

Javier Morán

Sanz Montes, inocente

La impecable labor del arzobispo de Oviedo como comisario pontificio de Lumen Dei

El programa “Salvados”, de La Sexta, apaleó hace unos días de modo desmesurado al obispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, principalmente por el “caso Lumen Dei”, una de las mayores desgracias que ha sucedido en la Iglesia española en los últimos 20 años. Dado que perro periodista no muerde a perro periodista, dejaré de lado los aspectos técnicos del asunto, pero no debo omitir las circunstancias de algo que conozco al milímetro desde 2002, cuando fallece el jesuita de Pravia Rodrigo Molina, fundador de Lumen Dei (LD) como institución misionera.

Ese conocimiento me condujo a sufrir una querella (la única en mis años de periodista), por derecho al honor de parte del ex superior general de LD. Gracias al valioso enfoque del pleito realizado por el abogado Juan Calderón, los fallos fueron exculpatorios en primera instancia (con una sentencia detalladísima), y en el Tribunal Superior de Justicia de Asturias (esta vez mediante sentencia peculiar, por decirlo suavemente). Finalmente, el Tribunal Supremo rechazó el recurso de los demandantes. Caso cerrado.

La historia de LD desde 2002 es inmensamente trágica. Con el gobierno sucesor de Molina comenzaron a producirse enfrentamientos internos de una dureza inédita. Unos denunciaban comportamientos moral y económicamente intolerables en la cúpula y, al tiempo que eran expulsados, la parte denunciada daba explicaciones, por ejemplo, que superarían al cine de exorcismos. Es decir, sostenían que Dios permitía al diablo inducir perversos comportamientos para así forjar virtudes ulteriores.

En cuanto a la deriva económica, LD, que recibía notorias donaciones (quiero nombrar muy favorablemente al conde de Revillagigedo, Álvaro Armada Ulloa, fallecido en 2014), emprendió gastos improcedentes para sus fines, por ejemplo, en instalaciones televisivas, o en la compra de un colegio de alto standing, o en la adquisición de céntricos inmuebles en Madrid o Barcelona. Además, la cúpula adquirió un tren de vida “ejecutivo”, a todo tren en una institución cuyas hermanas dormían separadas del suelo tan sólo por una fina colchoneta.

A la vista de ello, en 2008 la Santa Sede nombró Comisario Pontificio al cardenal Fernando Sebastián. Entonces, la cúpula desviada de LD emprendió numerosas querellas y sonados pataleos, con lo que Sebastián no pudo resistir, ni esa presión, ni la deslealtad de ciertos obispos (caso de Carlos Osoro, que se llamó andana cuando el cardenal le solicitó colaboración). A su vez, en Roma, el cardenal Franc Rodé, triste conocido de Osoro y liquidador en Asturias del monasterio cisterciense de Valdedíós, y el entonces nefasto Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Pietro Evasio Bertone (de lo peor que le ha sucedido a la Iglesia del buen Benedicto XVI), desautorizaron a Sebastián, quien presentó su dimisión en 2009 y fue sustituido por Sanz Montes.

Sanz, que es persona muy inteligente, actuó con cautela y llegó a convencer a la cúpula díscola de que era preciso vender posesiones para evitar el colapso. Sin embargo, en 2014 los gobernantes anteriores emprendieron hostilidades desaforadas contra Sanz. Baste con relatar que la secretaria del arzobispo, una hermana de LD, grabó ocultamente a Sanz y también envió a Roma un informe demoledor sobre su persona. El Vaticano, siempre garantista, incluso con las tinieblas, obligó entonces a Sanz a que respondiera punto por punto al informe. Lo hizo y la causa fue archivada.

Pero lo más desolador fue que unas doscientas hermanas abandonaron LD antes de aceptar la autoridad del Vaticano. Lo hicieron trágicamente abducidas por la vieja cúpula, en un suceso clamoroso de anulación de conciencias. Rueguen por ellas y por su inocencia. Después vinieron 31 querellas y pleitos contra Sanz, la mayoría ya dirimidos a favor del arzobispo. A todo esto, la Santa Sede y el propio Papa Francisco han seguido el caso pegados como una joroba a Sanz, nunca desautorizado. Baste por ahora. Con pleno conocimiento de causa, afirmo que Sanz Montes es inocente y por mi parte sencillamente contaría de modo diferente a “Salvados” esta historia desmesurada de Lumen Dei.

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