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Ciudadanos sin ciudad

El centro político es en España el más enigmático de los entes políticos. Desde que la UCD de Adolfo Suárez cumpliera un decisivo papel en la Transición, su fantasma ha venido apareciendo y esfumándose, siempre de forma súbita. El elector de centro está ahí, inclinándose hacia un lado o hacía otro según las circunstancias, pero sin ser fiel a una sigla propia. En el pasado la función de cojinete y complemento de dieta que cumple el centro fue ocupada por los nacionalismos moderados, desempeñando una tarea de doble articulación, pero cuando se le quiso dar formato estable (operación Roca, 1983) desapareció como por ensalmo. La última presencia fantasmal ha sido Ciudadanos. En el fondo lo que sucede es que en el ADN del centro están sus anticuerpos: como la seña de identidad más clara de sus electores es sentirse libres respecto de los partidos un día están y otro se van.

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