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Martín Caicoya

Fundaciones y contradicciones

El difícil equilibrio entre el afán de lucro y la filantropía

Pagar impuestos no le gusta a nadie, menos a las grandes fortunas, que son los mayores evasores. Mejor dicho, los que mejor eluden la obligada contribución. Microsoft contrató a la consultora KPMG para estudiar cómo pagar menos al Fisco americano. Esta consiguió del gobernador de Puerto Rico la casi total exención de impuestos. La estrategia consistió trasladar a ese país parte de los beneficios, unos 39 millones de dólares ¿Cómo se justificó? Por la venta de la propiedad intelectual a una pequeña compañía radicada allí. Cuando la Hacienda americana lo supo inició una investigación. Naturalmente, Microsoft se defendió tanto en los Juzgados como en el Congreso y el Senado con grupos de presión. Logró que se cambiara la ley para admitir sus prácticas. Mientras eluden impuestos, buena parte de los millones de beneficios van a parar a la Fundación Melinda y Bill Gates, engordada por las cuantiosas donaciones de Berkshire Hathaway del financiero Warren Buffet. Ambas corporaciones se aprovechan de los recortes en impuestos por las actividades filantrópicas. Es, hasta cierto punto, una privatización de los mecanismos de equidad. El objetivo es fomentar que la sociedad civil se implique en causas justas o que la beneficien mediante una reducción de la contribución a las arcas públicas proporcional al gasto social de la fundación. Dado que manejan una buena parte del dinero público, están sujetas al escrutinio.

La Fundación March es ejemplar en la protección y difusión de la cultura. Es difícil no admirar su programación. Pero cuando uno piensa cómo el patriarca hizo la fortuna se pregunta si al disfrutar de la formidable oferta de la Fundación no está contribuyendo a lavar ese dinero obtenido por medios más que dudosos. No tengo información sobre las prácticas laborales de la Banca March, supongo que como en todas, los salarios de los ejecutivos son proporcionalmente disparatados respecto a los de los trabajadores. Eso ocurre también en Microsoft. Allí además, debido a la permisividad de las leyes americanas, los trabajadores tienen una insuficiente protección social. Esa megaempresa remeda los países en los que su Fundación trata de mejorar la calidad de vida: enormes desequilibrios en la renta entre una reducida elite y la gran mayoría que además está desprotegida socialmente. No se pueden negar el bien que hace la Fundación M&BG, pero se puede criticar cómo se financia y cómo invierte. Porque casi todos somos beneficiarios y víctimas de Microsoft.

La filantropía tradicional daba al que lo necesitaba: vestir al desnudo, dar de comer al hambriento, posada al peregrino. Esos eran los hospitales de caridad que acogían a los huérfanos, pobres, transeúntes y también enfermos. Estaban en manos de la Iglesia, de instituciones privadas caritativas o de corporaciones. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Oviedo en el XVIII con los arbitrios del vino, un impuesto cedido por la Corona, pagaba a los médicos municipales y sostenía el hospicio. Un cambio notable ocurre en el XXI, fundaciones como la M&BG deciden desarrollar sus fines filantrópicos a través empresas privadas a las que financian. Por ejemplo, la página web de la Fundación, recoge que han donado 19 millones de dólares a MasterCard. Dice: Apoyar un laboratorio de MasterCard para la inclusión financiera que creará productos y servicios que, a escala, aumentarán directamente el uso de productos financieros digitales por parte de adultos pobres en la “Base de la pirámide”. Es un modelo filantrópico que entraña beneficios y riesgos. El caso de las vacunas es muy claro. Han sido muy generosos financiando la investigación y desarrollo de varias farmacéuticas que han logrado poner en el mercado vacunas que todos celebramos. Es famoso el proceso de elaboración de la vacuna de AstraZeneca. Como casi todas, los primeros pasos se realizan en laboratorios públicos con fondos públicos. En España hay varias en desarrollo en el CSIC que todos esperamos con ilusión. Las farmacéuticas entran en la siguiente fase, cuando se precisa comprobar en seres vivos, finalmente en humanos, su utilidad y riesgos. Generalmente compran el desarrollo hasta la fecha. La idea original de Oxford era compartir su investigación con todos los laboratorios que pudieran desarrollarla. Pero intervino la Fundación M&BG para frenar esa idea y que se firmara un acuerdo exclusivo con AstraZeneca. Tienen su justificación, naturalmente: es mejor, desde el punto de vista del desarrollo y de la seguridad, confiar en una gran farmacéutica para colocar la vacuna en la calle. Pero no cabe duda que lo mismo que MasterCard, AstraZeneca responde ante sus inversores. Ellos quieren beneficios, no caridades. Que las fundaciones puedan descargar sus obligaciones, esas que contraen con la sociedad por la exención de impuestos, en empresas con ánimo de lucro es sin duda una apuesta peligrosa. Entroniza un poco más el mercado. Lo difícil es encontrar un equilibrio entre la iniciativa privada, el afán de lucro, la inclinación filantrópica y la eficacia y beneficio para la sociedad. Es la tensión entre el mercado liberal y el Estado protector y benefactor.

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